Nuestra Ciudad / Luis Alfredo Silva Zambrano
Nuestra Ciudad
Deliciosa comida ancestral
Luis Alfredo Silva Zambrano
«Los seres humanos viven con la idea fija de que la vida es efímera, la muerte inevitable, comer es parte del intento de conservación; después de todo, mientras se vive se come».
Amables lectores, me permito contarles, según recuerdo, sobre una deliciosa comida ancestral, el ají de cuy.
Era el año de 1.940, mi padre me llevaba a una fonda, lugar donde se hacía comida y se vendía, nombre español que después fue reemplazado por la palabra francesa restaurante, a degustar sabrosas comidas típicas tradicionales.
La fonda se encontraba, junto a la calle Juan Benigno Vela, frente a la plaza Colombia, hoy llamado mercado modelo. Estaba en una añosa casa de un piso, a la que se ingresaba por amplio portón de madera.
Como era característica de la época, existía un gran patio central, cubierto con grandes piedras labradas, donde estaban las mesas de madera con limpios manteles blancos y cómodas sillas. En el fondo, había un lugar donde se preparaba los alimentos, en la que sobresalía una enorme cocina de hierro, que utilizaba leña como combustible.
Además de la cocina,se miraba gigantescas ollas de hierro, una gran paila de bronce, largas cucharas de palo, cucharones, platos, cucharas de metal, bateas de madera, ollas de barro, una larga rama de árbol en Y, que se le conocía como horcón, que servía para asar lentamente los cuyes, y más instrumentos para hacer sabrosas comidas.
Los frescos y naturales ingredientes que se utilizaban en la prer:apación de los alimentos eran; manteca de chancho, sal en grano, leche entera y pura, cebollas, blanca y colorada,, papas «yungara», grandes y arenosas, pepa de zambo, ají molido en piedra, achiote, filtrado en un achiotero de barro, con manteca de chancho diluida, cuyes y carne de chancho. Todo era natural.
El plato de ají de cuy consistía; en una sopa, hecha con leche, dos papas grandes, encima una gran presa de cuy asado, bañado con gustosa salsa de pepa de zambo. Para que se sirva al gusto de cada persona, se ponía en un plato de barro, un picante pero rico ají. Este suculento plato tenía un costo,más o menos, de un sucre con veinte centavos.
Si no, le gustaba el cuy, no había problema, era reemplazado por un gran lomo o hueso carnudo de chancho; convirtiendose así, en aji de fritada.
Así se comía antiguamente, en un fonda, establecimiento popular de comidas típicas. Doy gracias a Dios, de haber nacido en ese tiempo,donde se comía natural y deliciosamente.