Reactivación económica y convivencia / John Tello Jara

Columnistas, Opinión


Si tenemos algo de “recelo” salir de casa y contagiarnos con el COVID-19; en mi hogar cumplo con todos los protocolos que implica el cuidado, me lavo con frecuencia las manos, aseamos los productos que vamos a servirnos con jabones líquidos, al ingresar a casa dejo la ropa en el patio, inmediatamente me ducho y, creo que eso hacemos la mayoría de gente consiente, sin anteponer ningún tipo de pretexto para incumplir las reglas sanitarias.

De todas maneras, siempre estamos expuestos al peligro de un contagio por parte de personas, que no se cuidan, por enfermos asintomáticos e incluso por aquellos que, pese a que saben que podrían estar contagiados, pululan por la ciudad como si nada pasara.

La enfermedad no tiene por el momento medicina efectiva o fecha de caducidad, pero sin embargo los efectos se sienten con mucha presión en el ámbito económico; todos los sectores estamos afectados, producción, comercio, finanzas, turismo, servicios, etc. Cada grupo indudablemente diagnostica los problemas económico-sociales que están atravesando y el impacto en el pago de deudas, la mantención de personal o la posibilidad de retomar la producción.

Es un hecho que debemos aprender a “coexistir con el virus” y, al haber pasado del aislamiento al distanciamiento social, son los comités de operaciones de emergencia, quienes determinarán el semáforo que debe regir en cada ciudad e indudablemente establecer planes de contingencia en común acuerdo con diversos sectores, para empezar a retomar las actividades hasta que todo vuelva a la normalidad.

Se manifiesta que ya contamos con USD 640 millones del Fondo Monetario Internacional, además que USD 300 millones de la Corporación Andina de Fomento son una realidad y que el Banco Mundial nos entregará USD 500 millones para apoyar el sector productivo y la mantención de fuentes de trabajo.

Al contar con dinero, mano de obra (que en todo el país) está prácticamente paralizada, con tierra apta para producir y, con tecnología que sin ser de “punta” pero que sin embargo fortalece la producción, podríamos retomar las actividades económicas de las ciudades cumpliendo protocolos de bioseguridad.

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