«La dimensión que estamos viendo es irrepetible», dice intensivista
Quito, (EFE).- «La dimensión que estamos viviendo en este momento por el COVID-19 es irrepetible», asegura a Efe Tatiana Moreno, una intensivista de un hospital en Quito, cabecera de una provincia que ha duplicado los fallecimientos y contagios en las últimas semanas y se prepara para llegar a lo más alto de la curva.
Especialista en el área de terapia intensiva, Moreno atendió a las víctimas del terremoto que en 2016 devastó las provincias de Manabí y Esmeraldas, pero afirma que lo que están viendo los facultativos en la capital ecuatoriana por el coronavirus no tiene parangón.
Y es que las estadísticas oficiales muestran que Quito ha experimentado un crecimiento pronunciado de contagios en las últimas tres semanas por lo que podrían cumplirse los pronósticos del alcalde, Jorge Yunda, de que el tope de la curva llegará a fin de mes.
Moreno trabaja en el Hospital del Instituto Ecuatoriano de la Seguridad Social (IESS) Quito Sur, centro de referencia para la atención de los casos de coronavirus en el país, donde más de 1.800 profesionales de la salud lo están dando todo para salvar vidas.
«Al momento estamos viviendo una situación muy estresante, con más sacrificio físico y mental. A veces hacemos un alto durante el turno para tomar nuevas energías», comentó la doctora, integrante de un equipo de facultativos que todos los días lidian con sus propias emociones en una lucha desigual, en la que a veces vencen al virus y otras son vencidos.
La galena mencionó que la evolución de otras enfermedades de alguna manera es predecible, pero con el COVID-19 no se sabe: «En momentos parece que se va a conseguir el éxito, sin embargo (los pacientes) tienen un retroceso espantoso que nos deja fríos».
Y recuerda que al comenzar la pandemia llegó al centro médico un hombre con falla respiratoria, que antes de ser sedado le pidió el teléfono para poder hablar con su esposa y despedirse. Tras someterse al tratamiento no despertó y murió.
«Si yo no hubiese hecho eso, tal vez me habría arrepentido de no permitirle despedirse de su familia, no hicimos otra llamada y sus parientes tuvieron que aceptar el fallecimiento sin haberlo visto», relata como testimonio de la más cruda soledad del enfermo de coronavirus.(I)