Joven sé grito de libertad / P. Hugo Cisneros C.

Columnistas, Opinión



Cuando más resuena la palabra libertas, cuando dicha palabra esta demasiado en boca de muchos nos hace dudar sobre su real existencia. La libertad se ha constituido en el signo de una sociedad que camina hacia adelante; se ha constituido en el orgullo del hombre de hoy. Ser libre es una gran conquista y propiciar un ambiente de libertad es un gran logro, pero si nos detenemos a contemplar la vivencia de muchos jóvenes debemos concluir que la libertad ha perdido su fuerza, ha dejado de ser una conquista, la libertad ha terminado por ser encadenada.

El joven por desgracia, en aras de la libertad, ha inventado sus falsas libertades:

Cree ser libre porque ha llegado a una mayoría de edad. Es clásica la frase que se oye de sus labios: “ya tengo 18 años y sabré que hago de mi vida”… esta es una falsa libertad porque no siempre la mayoría de edad ja capacitado al hombre para hacer uso de este don humano que es la libertad, quiere decir, para el joven, hacer lo que “le de la gana”, y cómo a él le da “la gana”. Se cree libre pro que escoge el camino del vicio, del alcohol, del sensualismo incontrolado.

Piensa que ser libre es hacer cualquier cosa con tal que sea del agrado de uno, del gusto propio: destruir por ejemplo el alumbrado público en una noche de bohemios, o ir orinando en las puertas de los negocios es en estos casos una señal de libertad.

Ante esta y muchas situaciones similares yo creo que el joven no debe renunciar aquello que él trae dentro de sí: un anhelo, un grito, una queja. Alguna vez leía de Marañón esta frase: “Libertad suena a anhelo de perfección humana, a grito de combato, a queja de prisionero”.

Todo joven tiene que convertirse en un anhelo constante de perfección humana. La perfección exige sacrificio, la perfección exige constancia y perseverancia, la perfección está en la línea de la realización personal y la de los demás, por ello la libertad es una constante dentro de un proceso de perfeccionamiento. Sin libertad no hay perfeccionamiento, sin libertad no hay crecimiento de la persona, de sus valores, de sus compromisos.

La libertad es un grito de combato de todo aquello que oprime al hombre de todo aquello que son cadenas y no permiten al hombre ser hombre, no permiten que el hombre humanice el ambiente y lo haga más digno, más vivible. Si en la antigüedad se combatió la opresión física, la esclavitud material, hoy el joven tiene que abrir otros frentes de batalla: Contra la ignorancia, contra la discriminación social, contra la miseria humana, contra el hambre del mundo, contra la inmoralidad pues todas estas dimensiones de la vida humana son esclavitudes, son faltas de libertad.

El joven tiene que ser grito de combate, no tiene que ser el parlante de otras voces que no hacen sino acabar con la libertad porque detrás de las otras voces siempre hay intereses, siempre se busca segundas intenciones. El joven tiene que ser grito de libertad con su propia voz, fruto de sus convicciones vividas, fruto de su experiencia de hombre libre. 

Si todo joven siente la realidad de su vida descubrirá que todos tenemos nuestras cadenas y es por ello que siendo prisioneros de nosotros mismos, siendo prisioneros de las influencias externas, siendo prisioneros de los “seudovalores” de la sociedad de consumo, siendo prisioneros de los convencionalismos externos es necesario que sintamos a la libertad como una queja honda de prisioneros.

Es una queja que no tiene que ahogarse, es queja que impulsa a buscar caminos de liberación, los caminos de realización personal.

Ante esta situación he querido junto con los grupos que me acompañan, invitar a todos los jóvenes afirmar, contemplando la vida de Cristo, que la libertad es una capacidad que Dios ha dado al hombre para escoger el bien. Solamente es libre quien escoge el bien, aunque le cueste mucho sacrificio. Es el hombre el único ser que DECIDE SER LIBRE. Tampoco olvidemos el gran llamado de Cristo “LA LIBERTAD OS HARÁ LIBRES” y afirmemos también que el que ama es libre a plenitud. (O)

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