Apagándose la ciudad / Luis Fernando Torres
Algunas ciudades ecuatorianas, entre ellas, Ambato, están perdiendo su dinamismo. Diariamente se observa que los negocios se cierran durante la tarde, las calles quedan desiertas antes de que se ponga el sol, los peatones caminan atentos a los robos, los parques se convierten en refugios de bandas delincuenciales, las intersecciones de algunas avenidas y calles son ocupadas por extranjeros, muchos de ellos violentos, y centenares de desempleados se entretienen en la bebida o se pierden en miradas desesperadas.
Que se realicen actividades comerciales en la vía pública no significa lo contrario. El llamado comercio informal no es un indicador de dinamismo. Es, simplemente, el espacio que les queda a quienes no tienen otra opción para sobrevivir y aprovechan los espacios públicos de los cuales está ausente el control municipal.
En su monumental tratado, La Riqueza de las Naciones, Adam Smith dijo, en el siglo XVIII, que “en el vasto tablero de la sociedad humana cada pieza posee un principio motriz propio”. Así, el célebre pensador escocés señaló, por primera vez en la historia, que la sociedad tiene un movimiento propio, originado en su organización interna y no en dictados de las autoridades, las cuales, por consiguiente, carecen del derecho para reprimir y alterar ese dinamismo social intrínseco.
Ambato ha crecido impulsada por ese principio motriz propio. La cuarentena detuvo ese movimiento propio.
El largo confinamiento con luz roja y las equivocadas medidas con luz amarilla, le han dejado a la ciudad sin la posibilidad de recuperar su dinamismo característico, y con el agravante de un aumento de contagios.
Guy Sorman, uno de los más connotados analistas de la realidad mundial, dice, en su columna semanal del ABC, que, en marzo, “tan pronto como la pandemia fue evidente, los gobiernos occidentales cometieron una serie de errores. El primero fue confiar exclusivamente en el asesoramiento de médicos epidemiólogos, que impusieron la técnica más clásica, pero también más brutal, para limitar el número de víctimas y evitar que se desbordaran los servicios hospitalarios. Así es como se adoptó el confinamiento general … ahora resulta que los países con menor número de víctimas son aquellos que no han impuesto el encierro generalizado como Corea del Sur … pero también Turquía”.
Los días pasan y es lenta, muy lenta, la recuperación de la ciudad. Parecería que se apaga. Con medidas imaginativas, distintas de las aplicadas por los profetas del desastre en otras ciudades del país y del mundo, Ambato puede recuperar su vigor. Con una visión distinta de la situación, los esfuerzos ciudadanos encontrarían el cauce de la recuperación sostenida.