El peor mal del Ecuador / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión



Tal vez para algunos ya no debería insistir, pero no voy callar porque aunque peque de intenso, es mi deber como ecuatoriano develar y denunciar la corrupción que a mi modo de ver nace en la institución madre de todas las desgracias que vive el Ecuador: el Congreso de la República, la Función Legislativa o como eufemísticamente se dio en llamar a partir del correismo, la famosa Asamblea Nacional (AN), a la que considero el peor mal que aqueja económica, social, moral y políticamente a los ecuatorianos.

Seis de los once asambleístas de Manabí estarían implicados en la repartición de los hospitales en esa provincia. La comisión de fiscalización de la AN la integran varios de esos implicados. El hasta hace poco asambleísta y presidente de la Comisión de Régimen Económico, Daniel Mendoza, hoy con prisión preventiva, sería el cabecilla. No pocos de estos dignatarios han guardado sospechoso silencio durante todo este tiempo a pesar de que sus nombres suenan alto y fuerte en graves casos de corrupción cometidos durante el gobierno anterior y el actual, de hecho, al mismo presidente de la AN se lo acusa de encubrirlos. Otros tantos, han hecho su agosto colocando a agnados y cognados en cargos de representación pública y diplomática contrariando un principio elemental de ética y respeto a la majestad de la institucionalidad del ejercicio público. Otros más, que ya sea en el pasado reciente o lejano tuvieron el favor popular al hacerse de una curul, ahora andan huidos, diciéndose perseguidos y rasgándose las vestiduras del victimismo.

Estos, son solamente una muestra minúscula que representa un superficial rasguño al monumental edema de pus e infección en el que se desenvuelven muchos políticos en el país, sobre todo de aquellos que integran la AN. Porque así como el delincuente común tiene como modus operandi un arma y la calle, los delincuentes de cuello blanco tienen el suyo con su voto y en el Pleno. Pero claro, no son solo ellos, la corrupción la representan verdaderas mafias enquistadas en el poder: jueces, fiscales, legisladores y políticos (no todos, ventajosamente aún hay gente honesta en el manejo de la cosa pública) que son imposibles de vencer si no es con la mano firme y decidida del pueblo en las urnas.

Así que mientras sigamos padeciendo la lacra de una política deshonesta, seguiremos insistiendo con la idea de una verdadera Ley Anticorrupción -muy muy severa, ejemplar y diferenciada de los delitos de la población civil- para que sea votada únicamente bajo la figura de consulta popular. (O)

mariofernandobarona@gmail.com

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