Prejuicios pecuniarios/ Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión



En una sociedad en la cual quien hace dinero no tiene serios rivales sobre reputación y honor. El término “práctico” significa útil para ganancia privada; el “sentido común”, es el sentido de adelantarse financieramente.

La persecución de una vida adinerada es el comando del valor numérico, en relación al cual la influencia de otros valores han declinado, de manera que los hombres con mucha facilidad se tornan moralmente despiadados en persecución del dinero fácil y en la acumulación rápida de propiedades.

Gran parte de la corrupción de hoy es sucursal del viejo esfuerzo de hacerse rico y luego hacerse más rico. Sin embargo hoy, el contexto de la vieja maniobra ha cambiado. Cuando las instituciones económicas y políticas eran pequeñas y estaban desparramadas, ningún hombre tenía poder para otorgar o recibir favores.

Pero cuando las oportunidades políticas y económicas son concentradas y estructuradas como cadena, entonces el puesto público sirve para la ganancia privada.

Lamentablemente, la razón es una de las fuerzas más débiles de la naturaleza, si es que uno la toma en cualquier punto y momento. Solamente a largo plazo sus efectos se tornan perceptibles. La razón asume la responsabilidad de poner en orden las cosas contrapesándolas una con otra sin prejuicios, parcialidades o acaloramientos. Pero los asuntos son y siempre serán solucionados por la misma regla.  En concreto, los arreglos serán prejuicios, ambiciones y excitaciones.

Apelar a la razón, como solemos hacerlo, nos ubica en una suerte de situación sin esperanza, como un pequeño banco de arena en el centro de un mar hambriento listo a lavarlo fuera de la existencia. Pero los bancos de arena crecen cuando las condiciones son favorables; y débiles como la razón, la única ventaja sobre sus antagonistas es que su actividad nunca se detiene, siempre presiona en una dirección, mientras que los prejuicios de los hombres varían, sus pasiones decaen, fluyen, y sus emociones son intermitentes.

Cuandoquiera que los estándares de vida adinerada prevalezcan, el hombre sin dinero, no importa como lo obtuvo, eventualmente será respetado. Se dice que un millón de dólares cubre multitud de pecados. No es solamente que los hombres quieran dinero; es que sus estándares íntimos son pecuniarios. (O)

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