Criaderos de tortugas en la amazonia. 1541/ Pedro Reino Garcés

Columnistas, Opinión


En el documento escrito por fray Gaspar de Carvajal (1541), el dominico que acompañó a Orellana en su aventura por el Amazonas, se pueden leer informaciones bastante curiosas, unas creíbles y otras alucinantes y hasta mentirosas y absurdas. Vistas a la luz de la reflexión actual, digamos que constituyen un documento angular para ser entendido bajo algunos parámetros del imaginario de la época. Lo que sí está claro es que actuaron con la mejor táctica de piratería, de ir desembarcando en pequeños poblados para ir asesinando a pobladores y saqueando  lo que pudieran, sobre todo comida y objetos de valor. Además de ir tomando cautivos, incluidas mujeres, parte del botín son las canoas y embarcaciones. Creo que les debo un enfoque que debe titularse: Los saqueos a los pueblos del Amazonas por sus mal llamados “descubridores”.

Muchas fantasías se han escrito sobre esta expedición. Mírese por ejemplo la siguiente escrita por un sacerdote español que hace biografías de los extremeños en la conquista de América: Según el presbítero Vicente Navarro: Orellana “Preparó una expedición de 210 españoles, 4.000 indios, 200 caballos, 1.000 perros y 5.000 cerdos y muchas llamas que habían de portear el cuantioso bagaje, al que contribuyó Orellana con 40.000 escudos y a finales de febrero se ponía en marcha”. No se sabe de dónde saca estos datos que son carne de la literatura sobre descubrimiento del Amazonas. Esto nada tiene que ver con la crónica escrita por el propio Carvajal, quien viajó con Orellana.   

En los primeros momentos de la expedición, recién internados en la selva, dicen que se quedaron sin comida, ¿sería por el río Coca que tampoco menciona Carvajal?, razón por la cual “y entretanto, a falta de otros mantenimientos, vinimos a tan gran necesidad que no comíamos sino cueros, cintas y suelas de zapatos cocidos con algunas yerbas, de manera que era tanta nuestra flaqueza que sobre los pies no nos podíamos tener”. Nos toca suponer que habrían llevado suficientes ollas como para hacer caldo de zapatos, y de correas y aperos de los caballos.  Los zapatos debieron haber sido en extremo escasos en el contexto de esa odisea. ¿Ya se comerían los 5.000 puercos? ¿Qué darían de comer a los 4.000 indios?¿De qué alimentarían a los 1.000 perros y a los propios puercos? ¿Se imaginan lo que significa arriar las piaras por el monte?  Lo que no dice el cronista es que bajaban por ríos que tenían peces y que iban con guianza de aborígenes y de Díaz de Pineda que por lo menos unos tres años antes ya hacía incursiones.

Cuando la expedición de Orellana llega a un sitio llamado Aparia, un nativo  “mandó sacar de sus canoas mucha cantidad de comida, así de tortugas como de manatís y otros pescados, y perdices y gatos y monos asados”. Más adelante, en las regiones o provincias de Machiparo: “había gran cantidad de comida, así de tortugas en corrales y alberques de agua, y mucha carne y pescado y bizcocho, y esto en tanta abundancia que había para comer un real de mil hombres un año”. Entre los datos de la refriega se relata que “El dicho Cristóbal Maldonadotrabajó de recoger la comida, y teniendo recogidas más de mil tortugas,…”

De ser verdad lo observado por el padre Carvajal, ¿qué variedad de tortugas eran las que tenían domesticadas los nativos del alto amazonas? Desde la desembocadura del río Negro en adelante ya no se vuelve a mencionar. Se intuye que serían tortugas de rápido crecimiento y de amplia fecundación. ¿Las que llaman charapas? Alguna vez en la selva, según conversaciones con nativos, pudimos ver caparazones de tortugas de diversos tamaños, muy manuales, que eran instrumentos musicales que se tocaban con el borde de la mano, friccionando sobre la barriga de la caparazón untada con brea. Los diversos tamaños dan diversas tonalidades para organizar todo un conjunto. Como yo anduve de  folklorista, nos decían que dichas caparazones  provenían de unas tortugas que se crían para comer. (O)

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