La medicina y sus aforismos / Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión



El género aforístico es tan antiguo como la medicina misma. La mayoría de los médicos recordamos los aforismos de Hipócrates, por ejemplo, especialmente los primeros trasmitidos por nuestros maestros “El Arte es largo, la vida es breve, la experiencia es falaz, el juicio difícil, la ocasión fugitiva”. Recordamos los atribuidos entre otros al clínico francés Emile Charles Achard “curar a veces, mejorar con frecuencia, consolar siempre”. Como decía Galeno: la confianza y la esperanza mejoran más que los fármacos, el que cura más es quien inspira más confianza.

Pero el canadiense Sir William Osler ha sido el médico más influyente del siglo XX. Entre otros, su legado fue: la enseñanza al lado del paciente; el nuevo currículo, la educación médica y la promoción de la investigación en los estudiantes; el conocimiento de la historia y el humanismo y el amor a la medicina interna, enseñando en las salas del hospital, y en su recorrido mencionaba sentencias y aforismos vinculados al caso que se examinaba.

Pregonaba que había que tener en cuenta el paciente individual más que las características especiales de la enfermedad. Indicó que “nosotros estamos en esta profesión por vocación, no por negocio; una vocación que exige constantemente auto-sacrificio, devoción, amor y ternura hacia sus semejantes. Al caer a un nivel puramente empresario, su influencia desaparece y la auténtica luz de la vida se apaga. Se debe trabajar con espíritu misionero, con un aliento de caridad para sobreponerse a las pequeñas envidias de la vida”. También decía que “Ver enfermos (Práctica) sin leer libros (Teoría) es como navegar en el mar sin tener cartas de navegación, pero leer libros sin ver enfermos es como nunca navegar”. Decía que “Ser buen médico significa poseer conocimientos y tres H: Humanidad, Humor y Humildad”. “Usar los cinco sentidos para observar, recopilar, clasificar y comunicar. El arte de practicar la medicina sólo se aprende con la experiencia, no es una herencia, ni puede ser revelado. Aprende a ver, oír, palpar y oler; saber que sólo merced a la práctica se puede llegar a ser un experto.” “La medicina se aprende al lado del enfermo y no en el aula. Mirar, razonar, comparar y controlar. Pero más que todo mirar porque dos ojos no ven igual la misma cosa, ni dos reflejos reflejan la misma imagen. Permite que la palabra sea vuestra esclava, pero no vuestra dueña”. Uno de los primeros deberes del médico es educar a las masas para no tomar medicamentos. Decía que debemos estar preparados para decir en algún momento “no lo sé” y que, para que el conocimiento no esté al servicio de la arrogancia, la vanidad y el engreimiento de quien lo tiene, no debemos desechar el estudio de las materias socio humanísticas porque es ahí donde la profesión pierde su cualidad de preciosa y valiosa.

Hablaba que el sentido común en cuestiones médicas es raro y está en proporción inversa al grado de educación. Que hay que adquirir el arte de la imparcialidad, la virtud del método y la cualidad del rigorismo, pero sobretodo la gracia de la humildad.

“El vicio mortífero del joven médico es la pereza intelectual. Es sorprendente cómo con escasas lecturas un doctor puede practicar la medicina, pero no es sorprendente lo mal que puede hacerlo.” (O)

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