“ Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios ” / P. Hugo Cisneros
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 15-21
En
aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para
comprometer a Jesús con una pregunta.
Le enviaron algunos discípulos suyos, con unos herodianos, y le dijeron:
«Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a
la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias. Dinos,
pues, qué opinas:
¿es lícito pagar impuesto al César o no?».
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
«Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto».
Le presentaron un denario.
Él les preguntó:
«De quién son esta imagen y esta inscripción?».
Le respondieron:
«Del César».
Entonces les replicó:
«Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».
En el corazón del mundo, dar a Dios lo que es de Dios
¿Cómo dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, sin escaparse del mundo huyendo hacia el Cielo? Una lectura limitada del texto presentaría la posibilidad de mantener separados el orden de lo temporal y el orden de lo religioso, las cosas del mundo y las cosas de Dios, las realidades profanas y las realidades sagradas.
El misterio de la Encarnación nos da una clave de lectura: Dios ha entrado en diálogo con el hombre y ha creado un espacio sagrado en el corazón de la historia. A imagen de Jesucristo, los bautizados estamos llamados a crear lazos de fraternidad que rompan los esquemas de «ellos y nosotros». La corresponsabilidad de los cristianos en la búsqueda del bien común y en cuidado de la casa común nos llama a respetar la pluralidad de opiniones y cosmovisiones. La solidaridad afectiva y efectiva debe llevarnos a reconocer la dignidad de toda persona humana. La presencia en los lugares donde se gesta y se decide el rumbo de la política, la economía, la educación, la cultura y la fe, requiere de nosotros idoneidad y valores evangélicos.
No se trata de contraponer realidades, sino de ser creativos en la vivencia de la fe y en el compromiso con la realidad. No se trata de diluir realidades, sino de respetar la justa autonomía y la sana diversidad. Como Jesús, es importante no caer en las trampas de quienes quieren, por derecha o por izquierda, uniformar o formatear tanto a las personas, como a las instituciones o a la realidad. Como Jesús, estamos llamados a responder desde nuestra experiencia de Dios y desde nuestra fe.
Todo esto quiere decir que el evangelio de Jesucristo implica, en una simultaneidad inconfundible, que de la misma manera que nos descubre al Dios viviente, nos descubre a la vez, y no por otro camino, al hombre viviente. Podemos usar los bienes de este mundo con eficacia, pero lo que no podemos hacer es vender nuestra vida al mejor postor. Al «césar» de turno podemos darle el dinero, o los impuestos, pero nuestra libertad nadie nos la podrá arrebatar. (O)