Gracias a la mala memoria / Jaime Guevara Sánchez
Llega el rito ineludible de acudir donde el medico amigo para el examen anual, el ABC de la salud que permite conocer el estado de la maquinaria. Luego viene la pregunta de rigor. ¿ Que opinas llegare al 2022? O, ya debo prepararme para ir a vender plumas de ángel en los prados mas verdes que los terrenales. La respuesta es halagüeña: “Tienes cuerda para rato …. Todavía.”
Sin embargo, no falta otras inquietudes: “Sabes que estoy empezando a olvidar cosas.”” Y que crees que yo no me olvido”, responde el doctor. ” Yo también me olvido, y eso que soy más guambra que vos. Olvidar es parte consustancial de hombre.”
Olvidar es tan propio de la memoria como recordar no recordaríamos cosa alguna, si no hubiésemos olvidado antes muchas más. Casi en sentido estricto, bien puede decirse que la memoria es la facultad con la cual se olvida. De hecho, lo que olvidamos y lo que recordamos influye en medida sensiblemente igual sobre lo que pensamos.
Supongamos que a los hombres olvidadizos y muy dados a lamentarnos de nuestra mala memoria, no fuese concedido el don de recordar siquiera una pequeña parte de cuanto hemos ido olvidando a través de ´todo´ el pasado empezaría a levantarse, tumultuoso, en busca nuestra; penumbras placidas del ayer, fantasmas y monstruos, mil y mil rostros que irían cobrando precisión atemorizadora.
Caso mas lamentable aun es tratar de refugiarnos en nuestra propia conciencia, en la idea que nos hemos formado de nosotros mismo. Nos saldrían al paso las trivialidades, los propósitos no cumplidos, las flaquezas inexcusables; en suma, todo el olvidado comportamiento frágil del pasado.
En la falta de halagos de tal instante, los hombres que tanto nos lamentamos de nuestra mala memoria, suspiraríamos por ella. Los olvidadizos que con tanto ahínco anhelamos recordar. clamaríamos por el olvido.
Por supuesto, que recordar momentos positivos: estudios, trabajos, viajes, aciertos, éxitos, amores, no quisiéramos olvidar jamás. Traer con frecuencia a la memoria las horas jubilosas de nuestro ayer, y gozarlas de nuevo, sublimadas en el recuerdo, es el secreto de la felicidad.
¿Qué pasaría si no lográramos olvidar el pasado político del Ecuador? Los gobiernos corruptos, la secretización el feriado bancario, los contratos petroleros, la deuda externa, el hambre, el destierro de los pobres, ¿etcétera? clamaríamos por el olvido seguiríamos una novena al señor de las Causas Desesperadas, pidiéndole que nos dote de mala memoria. Nos faltaría palabras para bendecir la falta de memoria. Veríamos en el olvido una deidad misericordiosa. (O)