Cartas al director octubre 19 (Versión cinematográfica) / Leopoldo H. Vega Cuvi
Por esos días, el poder ejecutivo resuelve confiscar un poco de las honradas ganancias de los respetuosos transportistas, al incrementar el precio de los líquidos que permiten mover a sus medios de transporte, incluidos algunos tractorcitos. Como era justo, elevaron un tímido reclamo, esperando ser escuchados.
En apoyo a sus pedidos moderados, un grupo de personas, provenientes de las comunidades serranas, se apostaron en las hiervas del Parque de El Ejido, para elevar sus súplicas a la Pachamama, con oraciones, cánticos y sacrificios de incienso y algún palito que estaba botado entre los árboles.
Mientras, en un alarde de patriotismo, los dirigentes de la movilización daban clases de democracia y civismo a un grupo de policías y periodistas, dentro del edificio de una fundación cultural de los alrededores.
Simultáneamente, otro modesto grupo se dedicaba a recorrer las calles centrales de la capital, mientras, con sus indumentarias coloridas, rogaban al dios Inti, y la quema de azafrán daba un perfume especial a los acontecimientos.
Hay que destacar el apoyo recibido por parte de la juventud, que colaboró con su valiosa presencia, en apoyo al reclamo producido.
Entonces, y sin ninguna explicación lógica posible, empezó a arder un edificio público, seguramente como advertencia de los dioses. Un grupo valiente de los participantes, arriesgando su vida, ingresó apresurado al edificio, tratando de evitar que las llamas consumieran algunos documentos de valor incalculable.
De pronto, y sin mediar razón alguna, en forma brutal, descontrolada y violenta, numerosos miembros de la fuerza pública, comandados por una señora, atacan a los tranquilos participantes, causando que, con bombas con fecha de expiración y armas letales, se produzcan muchos heridos y fallecidos, provocando consternación en el país.
También cabe destacar la valiente y decidida intervención de los miembros de la Asamblea, que se jugaron la vida y el cargo, defendiendo la democracia.
Como es de esperar, la Historia reconocerá la actitud de las personas y sus incomparables dirigentes. (O)