Irritados por tanta impunidad / Mario Fernando Barona
Lo que ocurre en el Perú no es una situación a la que deberíamos verla distante, lejana o impropia a nuestra realidad, todo lo contrario, es un reflejo de la caótica situación política en Latinoamérica, y Ecuador no es la excepción. Los vecinos del sur con los últimos 6 mandatarios envueltos en graves casos de corrupción (Fujimori, condenado; Toledo, arrestado en EEUU; García, suicidado; Humala, con libertad condicional; Kuczynski, con arresto domiciliario; y Vizcarra, destituido), 3 presidentes durante los últimos 3 años (2 en menos de una semana) y hasta ayer con las presidencias de la República y del Congreso vacantes, viven una verdadera anarquía.
Según los entendidos, hay al menos cuatro razones que intentarían explicar el por qué de esta explosión social en el Perú. 1) Un sistema presidencialista que con una sola cámara legislativa ofrece pocas garantías de gobernabilidad a un Mandatario que se precie de nos ser caudillo. 2) La figura de vacancia que en el caso peruano puede ejecutarse con solo la moción del 20% de los congresistas, la admisión a debate con el 40% de ellos y la aprobación con sólo el 66% de los votos, es decir únicamente 87 de los 130 legisladores pueden declarar vacante la presidencia del Perú. 3) Una grave fragmentación política; y, 4) una corrupción galopante y estructural.
Más allá de todas las justificaciones de carácter político – institucional que efectivamente darían luces para entender el panorama que se vive en el Perú, hay, a mi modo de ver, un causal básico y fundamental que explicaría con sobra de méritos tan grave inestabilidad y que curiosamente se replica exactamente acá en el Ecuador: la impunidad para delincuentes y corruptos. De hecho, durante estos días de turbulencia y caos en las calles de Lima ha sido frecuente escuchar a los manifestantes gritar a voz en cuello: “En el Perú es más fácil vacar al presidente que condenar a un asesino”. En este mismo sentido, por acá en cambio ya se escucha: “Ecuador, país donde los delincuentes en vez de estar en la cárcel están en la papeleta electoral”.
Cada una de las palabras y frases de esta columna describiendo la dura realidad peruana calzan al milímetro en la ecuatoriana, es ni más ni menos lo que ya vivimos y podríamos volverlo a vivir, solo que en Ecuador aún hay opciones. Por eso es vital que en febrero vote conscientemente para que mañana no tengamos que revivir otra vez nuestra propia historia y replicar lo del Perú. (O)