Vacuna nacionalismo/ Fabricio Dávila Espinoza

Columnistas, Opinión


La vacuna es el instrumento primordial para vencer la pandemia y, en estas condiciones, resulta razonable que todos los gobiernos busquen alternativas seguras y eficaces para su población.

La competencia para alcanzar la inmunidad retardará el acceso de los países pobres a la ansiada vacunación masiva. El director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, meses atrás, hizo un llamado a «mover cielo y tierra» para «garantizar un acceso equitativo” a las “futuras vacunas». Está claro que el mundo puede salir de actual crisis sanitaria si mantiene un enfoque común para vencerla. El nacionalismo en la salud perpetuará la enfermedad. Esto no es un asunto de caridad, todo lo contario, la ruta más rápida para terminar con la pandemia y acelerar la recuperación económica es asegurar que las dosis lleguen a todos los rincones del mundo en el menor tiempo posible.

Este es el desafío más importante después de conseguir la fórmula que contrarreste el virus. Nadie ganará la carrera hasta que todos ganen. La pandemia se ha llevado más de un millón y medio de personas, ha perturbado la vida de miles de millones de ciudadanos y ha destruido la economía global. El acceso equitativo a una vacuna es la única forma de mitigar las repercusiones de la enfermedad en el ámbito de la salud y por ahora, es la única forma de mejorar las condiciones económicas de la población.

El vacuna nacionalismo, por el cual las farmacéuticas realizan negociaciones unilaterales y privadas con cada Estado, reduce las posibilidades a los países con menores ingresos, que no están en la lista inicial prioritaria, a diferencia de las naciones con poder adquisitivo. Evidentemente, existe un monopolio, que es injusto y contraproducente. Mientras haya contagio en los pueblos subdesarrollados, subsistirán los riesgos de nuevas olas pandémicas, en todo el mundo y mientras la mayoría de la población no esté segura, en realidad nadie estará seguro.

El nacionalismo egoísta que busca la inmunización exclusiva su territorio no es una buena idea. Todo lo contario, urgen los acuerdos globales para lograr un acceso universal a las vacunas, con criterios de priorización equitativos. Por ahora, la única iniciativa que persigue este fin es el programa COVAX, apoyado por la OMS, del que se conoce muy poco. El camino para llegar al final de la pandemia todavía es largo. (O)

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