Exportadores transnacionales vs. Consumidores nacionales. 2020 / Pedro Reino

Columnistas, Opinión


El libro de historia peruana que estamos revisando dice que “En el siglo XVII hubo algunas rebeliones locales provocadas, por ejemplo, por excesos de la mita  de los obrajes. Pero otros incidentes informaban que el Inca podía resucitar…Mucho interés despertó en la administración una conspiración limeña producida en 1566 y dirigida, según se decía, por Gabriel Manco Capac (su nombre despierta suspicacias obvias por su identificación con el primer inca mítico); a su alrededor hubo curacas de diferentes áreas costeñas y serranas del Perú… La represión se extendió a Huancavelica, en la sierra central, donde se denunció a algunos orfebres que habían fabricado insignias “como las que el inga usaba”. Este mismo año se nombró corregidor de Ibarra, en el actual Ecuador, a Alonso de Arenas y Florencia Inca, descendiente de Atahualpa; este fue recibido en forma triunfal por la gente, que lo trató como a Inca, llevándolo en andas, y se organizó un movimiento popular en torno  suyo que obligó a la administración a revocar el nombramiento.” P. 146.

Dicho esto, entendamos que en las causas por la libertad y la independencia, los pueblos amerindios y los mestizos debemos ser coherentes para despojarnos de patrioterismos y procurar reaccionar contra los mismos opresores, que ellos sí, son solidarios transnacionales. Los explotadores siempre son apátridas porque su identidad es la usura y la explotación. Por  lo general, todos nuestros explotadores son básicamente exportadores. Es gente de las mejores relaciones “internacionales”. ¿Han visto los apellidos de los presidentes y de altos funcionarios de nuestros Estados como de Ecuador, Perú y Chile? ¿De qué apellidos son los ministros, los embajadores, los asesores? Algunos hasta nos resultan impronunciables, en buena hora. 

Cortemos una sincronía pre independentista poniendo la fecha de 1780, que según palabras del historiador peruano Fernando Rosas “remeció todo el virreinato peruano desde sus cimientos, con una irradiación que comprendió el altiplano boliviano, el norte de Argentina y la región de Chile. El levantamiento dejó un saldo aproximado de cien mil muertos sobre una población total de un millón de habitantes”. (Rosas Fernando, Breve Historia General de los Peruanos, Ediciones El Lector, Arequipa 2012, p. 155) Nos estamos refiriendo a la rebelión de Túpac Amaru II, Gabriel Condorcanqui.

En el ámbito ecuatoriano, véanse los levantamientos indígenas de la Sierra  centro, casi de toda una década de los 1780. Las masacres de Píllaro y Pelileo, Alausí, Guano son espantosas y poco conocidas. Siempre que se habla de Independencia, se piensa en la revuelta aristócrata de Quito y se deja de lado el descontento social básico. 

Pero supongamos que entramos en acuerdo con lo que escriben los actuales historiadores peruanos: “La propuesta de Túpac Amaru II de restaurar el imperio de los incas – y de proclamarse inca – bajo las nuevas condiciones existentes después de dos siglos y medio de dominación colonial, habría sido la expresión más abierta de la utopía andina…”¿Nos vale? O nos están manipulando. Creo que por estas razones hay que alimentar la idea de libertad que manejaron los pueblos pre incas. ¿Olvidamos la masacre de Yaguarcocha y nos contentamos con decir que Atahualpa es de Caranqui? ¿Seguimos creyendo en los imperios?

“En buena medida las gestas independentistas fueron, otra vez, una guerra de indios  contra indios: unos combatieron en los ejércitos del Rey de España y otros en los de la nueva república peruana” (p. 158). (O)

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