Escuchar con la vista / Luis Fernando Torres
En 1824, a la edad de 54 años, solamente pudo ver el estreno de su novena sinfonía. Ludwing van Beethoven había quedado sordo cuando había cumplido los 40 años. Estuvo atento a los músicos, inclusive dirigiéndoles desde una distancia prudente, aunque ellos tenían la orden de seguir a otro director. Los vio pero no les escuchó. Al final del concierto ni siquiera oyó los aplausos. Con la guía de una joven soprano se dio la vuelta y pudo observar a la audiencia aclamándolo.
Es un mérito escuchar con la vista, cuando la sordera impide aproximarse a las voces y a los ruidos. Es reprochable, en cambio, que no oigan quienes tienen capacidad auditiva. Y no escuchen por falta de atención o por simples prejuicios.
Es penoso observar a los gobernantes sordos. Y más trágico es encontrarse con aspirantes a gobernantes que no escuchan a los demás por escucharse a sí mismos.
La delincuencia es un problema mayor entre los ciudadanos. Sin embargo, altos funcionarios, a pesar de gozar de salud auditiva, desconocen el derecho a tener y portar un arma con autorización.
La pandemia cerró negocios y dejó a la gente en el desempleo. En lugar de apoyar a los emprendedores, las autoridades sólo quieren que cobrar tributos. Ningún incentivo a los que claman por apoyos. Llegan al extremos de restringirles las horas para las actividades económicas.
A la gente cansada de la politiquería, los candidatos les agotan con politiquería llena de lugares comunes e insultos. Se niegan a escuchar que la gente quiere algo diferente.
Oir y escuchar debería ser el primer deber de quienes gobiernan y de quienes, en definitiva, aspiran a representar a la gente. Beethoven enseñó que se puede escuchar, más allá de que se tenga o no capacidad auditiva. (O)