“Origen del pesebre”/ Mirian Delgado Palma
Estamos en la temporada navideña de gran significado espiritual y de reconocimiento a la Grandeza Divina que da sentido a la vida espiritual del hombre y, que constituye la esencia misma de nuestra existencia terrenal y eterna.
El mundo cristiano-católico rememora el nacimiento de nuestro Salvador, realizando novenas, oraciones, alabanzas, lectura de pasajes bíblicos y la representación de la Sagrada Familia de Nazaret, a través de pesebres que se exhiben en los hogares y distintos lugares del mundo como un símbolo Divino del nacimiento de Jesús, que en su condición humana vino al mundo para despejar con su luz sempiterna de las tinieblas en que vivía la humanidad.
¿Cuál es el origen del pesebre? La historia narra, que el Fraile Francisco de Asís, de origen italiano nacido en Asís el 23 de septiembre de 1182, fue el creador del “Pesebre”, en la Navidad de 1223 en el pueblecito de Greccio en Italia. Francisco de Asís perteneció a una familia adinerada razón por la que su infancia y juventud lo vivió con excesos a cuenta del dinero de sus padres; pero en su juventud tuvo revelaciones divinas, entre ellas una voz que le dijo: “porque no sirves al amo en lugar del servidor”. Renunció a todas las comodidades materiales, dedicando durante su corta vida al servicio de Dios. Es conocido como el santo de la humildad y de la pobreza.
Antes de ser Fraile y fundar la comunidad de los franciscanos, tuvo la oportunidad de ir a Tierra Santa y conocer la cueva de Belén que hasta hoy veneran en esos lugares Santos. Un amigo de él, Juan Velita era dueño de un pequeño bosque en las montanas de Greccio, y en el bosque había una cueva muy parecida a la que conoció en Belén. Le solicitó a su amigo que le permitirá hacer allí un “pesebre vivo” obteniendo su aceptación y juntos lo hicieron en secreto. La idea era el dar una sorpresa a los habitantes del pueblo.
La obra comenzó, y para armar el pesebre viviente escogieron entre los habitantes del pueblo algunas personas para que representaran a María, José, el Niño Jesús y los pastores. Estos personajes fueron advertidos que no se los cuente a nadie antes de la Navidad; y, siguiendo el relato del Evangelio de San Lucas, prepararon la escena del nacimiento.
Una vez terminado el pesebre, la noche de Navidad, cuando todas las familias estaban reunidas en sus casas, las campanas de la iglesia empezaron a tocar sin cesar. Estos campanazos preocuparon y asustaron a los habitantes de Greccio; salieron de sus casas para ver que sucede y divisaron a Francisco que desde la montaña los llamaba, y les indicaba que subieran donde él estaba.
Como la noche estaba muy fría y oscura, alumbrándose con antorchas, todos se dirigieron hacia el lugar que estaba Francisco, al llegar quedaron fascinados y cayeron de rodillas, porque estaban mirando algo que nunca habían pensado poder ver. Fue como si se encontraban en Belén, celebrando la primera Navidad de la historia.
Tres años más tarde, Francisco de Asís murió, dejándonos esta maravillosa costumbre de hacer el pesebre todos los años, como un acto de veneración a nuestro Salvador.
Que en cada corazón de los hombres construyamos el pesebre para recibir a Dios con votos de renovación y oración permanente para que encontramos la Gracia de Dios. Que en nuestra mente y corazón tenga eco la reflexión de San Francisco, cuando nos recomienda “que no miremos la vida de fuera, porque la del Espíritu es mejor”
Feliz navidad, un abrazo fraterno a mis dilectos lectores y un año nuevo lleno de bendiciones. (O)