El misterioso paso del tiempo/ Patricio Chambers M.
Con el inicio de un nuevo año, la preocupación por el paso del tiempo suele ser uno de los temas más recurrentes en nuestras conversaciones, ya que quizás detrás de ello se esconde más de un misterio.
De hecho, San Agustín en su libro Confesiones ya expresaba esta realidad:
«¿Qué es, pues, el tiempo? ¿Quién podrá explicarlo fácil y brevemente? ¿Quién podrá comprenderlo con el pensamiento, para hablar luego de él? Y, sin embargo, ¿qué hay más familiar y habitual en nuestras conversaciones que el tiempo? Y cuando hablamos de él, sabemos sin duda qué es, como sabemos o entendemos lo que es cuando lo oímos pronunciar a otro. ¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé».
María Angustias Carrillo en uno de los artículos de la revista española Esfinge, afirma que el tiempo, para nosotros es el símbolo de lo cambiante y que inexorablemente nos lleva al final del camino.
Cuando el ser humano toma conciencia de ese final, alcanza también una noción del tiempo y trata, a partir de ese momento, de buscar fórmulas para alargar el momento de su muerte tratando de controlar el paso del tiempo. De ahí que ambos conceptos estén tan íntimamente relacionados.
Esta sería una de las razones para la existencia de los calendarios que determinan las estaciones, los meses y los días de la semana según el recorrido de la Tierra alrededor del Sol, así como el dividir el mes en cuatro semanas de siete días, basándose en la observación de los periodos lunares.
En el Génesis de la Biblia leemos que Dios hizo el mundo en seis días y el séptimo descansó, ordenando a hombres y animales hacer lo mismo.
Por su parte, Neil McGregor en su libro Vivir con los dioses, nos recuerda que cada semana nos conecta con el principio de los tiempos y sus días trazan el ciclo de nuestro trabajo, de nuestro ocio y el ritmo recurrente de nuestra existencia.
Los nombres con los cuales denominamos cada día de la semana también nos revelan la insistente observación del cielo desde tiempos muy remotos por parte de la humanidad, así como la relación directa con el nombre de sus días.
Es por ello por lo que, en inglés la palabra “Sunday” marca el primero de los días de la semana dedicados al Sol (sun), en tanto que “Monday” el día dedicado a la Luna (moon) cuyas posiciones trazan las estaciones y los ciclos mensuales de cuatro semanas.
En el idioma español y otras lenguas romances, los nombres de los días de la semana corresponden directamente a los astros más cercanos a nosotros y que habitualmente vemos en nuestro cielo: la Luna (lunes), Marte (martes), Mercurio (miércoles), Júpiter (jueves), Venus (viernes), Saturno (sábado) y el Sol, al que, como centro y rey de nuestro sistema solar, dedicamos el domingo y descansamos. (O)