Suicidios y tragedia. 2021 / Pedro Reino Garcés
Ecuador, mirándolo en escena, a la manera griega, tiene todos los elementos para la función de reestrenos de su tragedia. Advertimos sin embargo que, dolorosamente son los jóvenes las víctimas que llegan al final de la obra, al suicidio, como un grito de impotencia, porque, como dice Foucault: “¿A dónde dirigirse para reclamar justicia, si la iniquidad de los poderosos nos mata?” (p. 149, El Gobierno de sí y de los otros, 2017).
Quiero sacarle alguna reflexión a mi alcance sobre la lectura de este libro de Foucault. Pienso en los griegos que hicieron de la “tragedia” un género que atrajo a miles de espectadores que no han de haber ido a las representaciones a “distraerse” solamente, sino a buscar ese lavado espiritual que implicaba la catarsis, dada su condición de sujetos dependientes del Destino.
Según los datos de la prensa en Ecuador, durante el 2020 se registraron 220 suicidios y 429 frustrados, lo que daría un total de 649 perturbaciones emocionales y de desequilibrio de la razón. Después de los accidentes de tránsito, los jóvenes sobre todo, se autoeliminan por causas en las que tiene que ver mucho el aparato Estatal y los sistemas de nuestros gobiernos. Estas cifras son un pálido reflejo de un número mayor de casos, por la condición de los registros. Tungurahua,solo en 2020 registra 71 suicidios, mientras que un año antes, en 2019, se quitaron la vida 68 personas. ¿Por qué la gente se suicida en Galápagos? Es una interrogante curiosa, no comprable con lo se vive en Azuay, Cañar, Pichincha, Guayas, Tungurahua, Santo Domingo, o en Machala, donde los casos desbordan.
Foucault hace reflexiones que me parecen aplicables a nuestra desesperación: Tenemos actores suicidas de carne y hueso. Casi no hay ateos en nuestro concepto cultural, lo que quiere decir que, como entre los griegos, los dioses actúan en nuestras vidas de maneras caóticas, dados los sincretismos culturales. En las tragedias griegas los dioses se inmiscuyen en la vida de los mortales con tanta evidencia que nuestros psicólogos tendrían que tomar los paralelismos porque de tanta impotencia, los suicidas que se sienten “desamparados” se revelan ante natura que es la revelación ante su propia creación mitificada. Y no solo los psicólogos deberían mostrar su preocupación, sino las religiones que pregonan el cuidado de sus creyentes mortales.
Un suicida es un enrostrador de su impotencia, que en su desesperación está “devolviendo” su vida a su creador, porque ya no la desea, por el exceso de sufrimiento. “El impotente, cuando es víctima de una injusticia ¿qué puede hacer? Puede hacer una sola cosa: volverse contra el poderoso…sabrán que en la India encontramos el ritual de la huelga de hambre…acto por el cual, aquel que no puede nada, señala, delante del que lo puede todo, que él, que no puede nada, ha sido víctima de una injusticia cometida por aquel que lo puede todo. Ciertas formas de suicidio japonés tienen asimismo este valor y esta significación” (Foucault, p. 147).(O)