¡Resistiré! / Kléver Silva Zaldumbide
Tomando en cuenta que este no es un año más de vida, es un gran regalo divino para los que aún estamos vivos, un privilegiado permiso de estadía, debemos empezar este 2021 con ese deseo profundo y enorme de mejorar o de cambiar, pese a todo esa incertidumbre política, económica y social, reunamos todas las fuerzas y toda esa ilusión para comenzar un mejor año.
La vida no es casualidad, sino causalidad, no es “suerte”, es sacrificio, disciplina, voluntad y perseverancia. Los obstáculos y las caídas son sólo situaciones para aprender y superarlos, que la seguridad y la confianza superen al miedo y a las culpas. Me gusta un dicho caribeño que dice: “Siempre pa’ adelante, pa’ atrás ni pa’ impulso”.
Cada uno de nosotros tenemos algo que contar, algo que queremos olvidar, que al recordar ya no nos haga daño, quizás pasamos por una desgracia o un evento desgarrador que nos produjo rencor y de éste tal vez lastimamos a alguien. La vida no es perfecta, son sólo lecciones que Dios nos ofrece día tras día, lo más importante es saber superar nuestras desgracias y si logramos ver a través de los ojos de Él diremos: ¡No me resignaré, quiero una vida mejor, quiero luchar, quiero volver a empezar!
La vida sólo hay tres maneras distintas de vivirla: como esclavitud, como resignación o como una pasión llena de desafíos. Cada uno de nosotros es el resultado de lo que pensamos: si pensamos que el mundo es un infierno, lo será, si pensamos que este mundo es un gran argumento, una gran razón para el cambio radical positivo, lo será. Vivir con ilusión, convertir el trabajo en una pasión con convicción, sentirnos parte de las buenas obras… ¡De nosotros depende!
Estamos ante una adversidad histórica que durará mucho tiempo. Se dice que no puede dar nada quien no tiene nada… Los líderes políticos, religiosos, y todos aquellos hombres y mujeres que tienen suficiente poder para influir en las masas, esperamos que se motiven a renacer su conciencia para restablecer una convivencia armoniosa, en paz, que resulta no sólo posible, sino inevitable.
Nuestra idiosincrasia, impuesta por esta modernidad, ha convertido esta sociedad en “zoociedad”, de solapada inconformidad permanente, de salvaje mercantilismo, la prisa por ser “rico”, el agobio, la desconexión afectiva, los problemas financieros, la vulnerabilidad emocional, la ansiedad, la irritabilidad, la intolerancia, el complejo de superioridad/inferioridad, el fomento del egoísmo individualista en base a la polarización de los niveles económicos, nos está engullendo, arrebatándonos el amor al prójimo, el sentido de comunidad, de humanidad, nuestro juicio cabal, nuestra prudente cordura, inmovilizando nuestro sentido de esfuerzo, haciéndonos creer que progreso, adelanto y superación tienen que ver sólo y exclusivamente con obtener bienes materiales envenenando nuestro sentido de hacer el bien y presionándonos a ser deshonestos, injustos, explotadores y cada vez más insatisfechos.