¡Póngale ojo! / Guillermo Tapia Nicola
En la democracia del vaivén, el apoyo incondicional, el amor eterno, el respeto a los valores y la palabra empeñada tienen vigencia limitada y mudan, no solo de color, sino hasta de valor, propuesta y firmeza, cuando el eje principal se inclina o se mueve.
En las sociedades modernas se estila -con frecuencia- opinar reiteradamente sobre el racismo y lo pernicioso, ilegitimo, imprudente e inconsulto que resulta ser tal o abanderarse de esa percepción restrictiva, excluyente y caduca.
Y ahora, llegado el momento, qué decir cuando se evidencia toda una andanada amañada y desprolija que se traduce precisamente en una expresión de negación política y racial, desde el liderazgo del grupo que, con otra mirada, ha venido recurrentemente luchando, y supuestamente exigiendo (y con razón) que todos sean incluidos, apoyados y no discriminados.
Pero ¡qué pensar ante las expresiones realizadas! cuando ellos o su candidato, dejan de ser el eje sobre el que rota el proceso democrático nacional y los anhelos de cambio de la sociedad.
Es lamentable. La equivalencia se fractura, y según el lado del fiel de la balanza en que te encuentres, parecería que la justificación tiene tanto o más valor.
Y volvemos a la vieja praxis política de la envidia vs. la posición.
Se insiste -sin claudicaciones- en que si el apoyo es para mi candidatura, todo es bien recibido y justificado, incluso el color, las circunstancias y la cesión. Pero si ese respaldo debe ser dirigido a otro rival que no fuere yo, entonces la posición debe revisarse, analizarse, discutirse y asumir, una que no afecte el tradicional comportamiento de exigencia, protesta e inconformismo.
Por el momento, un trío emplumado, superando propias distancias, se apresta a adoptar una postura definitiva para su sector, apuntando a inmolarse en la nulidad del voto, tan solo para no respaldar al rival que los superó y está en la segunda vuelta.
Ahora, poco importa el país, la democracia, el fraude, la elección.
Interesa más visibilizarse, victimizarse y no flaquear en el comportamiento, para salvaguardar la posibilidad del reclamo y la anarquía. La tesis de asaltar las urnas y quemar los votos para obligar a una nueva elección, es la más escalofriante y descabellada idea difundida en videos y redes.
Por cierto, la institucionalidad democrática, incluida policía y justicia, aguardará con paciencia que se cometan los desmanes para actuar. Entonces, será tarde. Se habrá incendiado al País.
¡Pónganle ojo!. (O)