¡Violencia ! / Mirian Delgado Palma
La violencia es un mal que nos está destruyendo como seres humanos y acabando con la humanidad, no es un problema actual es un problema de siempre, pero que en todos los tiempos y épocas ha prevalecido la “ley del más fuerte” y con ello los abusos más crueles e inhumanos que han destrozado a personas, sociedades y naciones; por el único delito de disentir con el otro.
La vida es una constante competencia, pero aquella debe estar guiada por principios éticos, morales y espirituales que modelen el pensamiento, el corazón y el alma de los hombres. Debemos admitir que cada ser humano es un mundo, consecuentemente tenemos diferentes caracteres que nos obligan a pensar y obrar de manera distinta de nuestros semejantes, pero obviamente bajo esa autonomía respetar el pensamiento ajeno.
La violencia la encontramos en la familia, en lo social, en lo político, en lo intelectual, en lo económico y aún en lo Celestial. Estas formas de violencia se han constituido en un denominador común en nuestros comportamientos cotidianos.
La Organización Mundial de la Salud define a la violencia como “el uso intencional de la fuerza o el poder físico o, de hecho, o amenaza contra uno mismo, contra otra persona o una comunidad causando muchos daños. Daños no solo físicos, sino también psicológicos y mentales”.
El psiquiatra Rodolfo Rodríguez Castello, refiere que “Dentro de nosotros hay una raíz violenta, porque es un principio animal que tenemos en competencia, pero la educación social establece que debemos ceder una parte de nuestra violencia y autoridad a los demás para poder vivir en sociedad”.
Nos encontramos en un callejón sin salida, el pan de cada día se traduce en insultos, peleas, pandillas, secuestros, hurtos, asesinatos, torturas físicas, represiones, guerras entre naciones, etc. Todas estas barbaries se dan porque estamos viviendo en un mundo de violencia, en el que ante todo prevalece la ley del más fuerte, que van generando hechos violentos; y lo más grave las que cuestionan la doctrina de Dios.
Para el mundo creyente todas estas formas de violencia tienen un nombre que es “el pecado”, que no es otra cosa que una debilidad humana. Al pecado lo hemos legitimado en todas las instancias del convivir humano. Es un terror al que debemos rechazar. Así que tenemos que aprender lo que el pecado es ante los ojos de Dios.
El orgullo, la soberbia, el egoísmo y el despotismo también son manifestaciones de pecado. Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8: 34,36).
Quizá no ha pasado por nuestras mentes que todas estas aberraciones humanas son signos evidentes que le hemos declarado “la guerra a Dios”. ¡Pero eso no es lo que Dios quiere! Dios jamás querrá estar en guerra con nosotros. La única forma de aplacar y abandonar la “violencia” y el único que puede rescatarnos es Dios, Él nos ama con paciencia, espera pacientemente nuestra conversión. (O)