Una oportunidad de vida / Guillermo Tapia Nicola
Estoy, como muchos de ustedes, cobijado en la esperanza de recibir una vacuna, luego del vía crucis de haberme registrado, pero -huelga decirlo- confiado en que, inoculado, tendré intactas las posibilidades de supervivencia a esta pandemia que nos ha arrancado más de una lágrima, más de un dolor, más de un quebranto.
La incertidumbre no la superaremos sino hasta que efectivamente recibamos en nuestra piel ese pinchazo y, la duda no la disiparemos sino hasta que efectivamente seamos notificados para acudir a un centro hospitalario a recibir esa primera dosis.
Por cierto, luego de hacerlo, tendremos otras preocupaciones y alegrías juntas, corpóreamente conviviendo hasta la segunda y, ojalá definitiva intervención que nos inmunice del todo y nos proteja por algún tiempo del contagio.
Como podemos ver, esto de la vacunación es como el proceso electoral que llevamos por delante. Ahora nos aprestamos a una segunda vuelta, una vez que en el primer sufragio escogimos a los finalistas. La diferencia -si se quiere- estriba en que podemos vacunarnos o no, pero no tenemos opción de escogencia en marca o fabricante de la vacuna, ya que recibiremos aquella que nos toque, en atención a la condición de salud de cada uno; en tanto que, el 11 de abril próximo, si tendremos la oportunidad de elegir entre una u otra candidatura, lo que equivale a sostener que tomaremos la sartén por el mango para definir nuestro futuro: entre una propuesta de cambio u otra de continuismo.
Habitamos un mundo en el que el dualismo, esto es, la existencia de dos principios o poderes opuestos -como el bien y el mal- nos marca la ruta a seguir.
La teoría dualista, por ejemplo, “sostiene que el derecho internacional y el derecho nacional son dos ordenamientos jurídicos separados, cada uno supremo en sus respectivas esferas de competencia” pero esta condición nos lleva a advertir que, entre ellos, necesariamente debe conservarse una armonía y una interdependencia, de cara al mutuo reconocimiento, soporte y respeto de las naciones.
En pocas palabras, no estamos aislados de los demás, somos parte de todo un conglomerado que ahora lucha por superar los embates de una pandemia que a reactivado -en distintas formas- otras deficiencias y debilidades humanas y por lo mismo, en uno y otro caso, debemos observar un comportamiento coherente y solidario.
Por ahora, proteger la salud de todos es el reto fundamental que soportará otras acciones de encadenamiento y progreso de personas y naciones.
Nuestra primaria obligación es permanecer en casa, protegernos con medidas de distanciamiento, utilizar mascarilla, lavar nuestras manos y desinfectarnos tantas veces cuantas sean posibles.
Tenemos retos por delante y metas que nos hemos propuesto individualmente y como país. (O)