Fiestas y reuniones continúan libremente
Más de 200 eventos han sido suspendidos en lo que va del año por parte de las autoridades de control de la provincia. La organización de eventos festivos particulares se planifica sin temor a sanciones y peor con miedo al Covid-19.
Desde el inicio de la pandemia, el intendente de Policía, Diego Flores, ha ejecutado operativos junto con la Policía Nacional en parroquias, caseríos y barrios del cantón; sin embargo, la irresponsabilidad se aplica en zonas rurales donde creen que no llegarán los controles.
Antonio Chimbo, morador de la parroquia Izamba, contó que hace dos semanas se levantaron tres carpas para la realización de una fiesta de 15 Años. Al sitio llegaron entre 300 y 400 personas, sin darse cuenta que en el grupo existían personas asintomáticas de Covid-19.
“Luego de una semana empezamos a escuchar que estaban familias enteras enfermas. No entienden, llamamos a la Policía, pero no llegaron”, dijo.
Similar situación se generó el pasado fin de semana con la realizaron de un matrimonio eclesiástico en el sector de San Juan de Bellavista Dos, al Sur de la ciudad.
Aquí la fiesta inició con más de 150 personas desde las 19:00 horas del 27 de marzo y se extendió hasta las 05:00 horas del siguiente día.
“Nunca llegaron las autoridades. Llamamos y nos dijeron que ya venía, pero hasta ahora los estamos esperando”, comentó Patricio Cunalata, morador.
Situaciones como estas son las que afectan, sobre todo, porque el sistema de Salud permanece al límite en cuanto a la ocupación de camas en las Unidades de Cuidados Intensivos.
El galeno, Carlos Arizo, aseguró que el problema de los asintomáticos es bastante serio, ya que son personas que no poseen síntomas, pero son propensos a contagiar entre cinco y siete personas con las que interactúe.
Semanalmente, la gobernadora de Tungurahua, Gabriela Rodríguez, hace el llamado a la responsabilidad ciudadana a fin de evitar más contagios. “Quédense en casa de ser necesario. La pandemia no ha terminado”, son las palabras recurrentes de la autoridad y, pese a ello, las fiestas continúan.
El sociólogo, Álvaro Ortiz, expresó que la desesperación social por interrelacionarse es apremiante. “Esta situación consume más a los jóvenes, quienes creen que no pueden contagiarse, pero todos sabemos que el virus ataca sin piedad de nadie”, dijo.
Aseguró que, el análisis humano hace que exista invasión mental con el deseo profundo de salir y divertirse o conocer espacios nuevos. (I)