Las tres pandemias / Kléver Silva Zaldumbide
La vida nos proporciona momentos maravillosos y apasionantes, pero a veces nos da malas cartas para jugar y de nosotros depende como respondemos. La vida es una lucha constante sobre todo en un mundo tan lleno de conflictos como el de hoy. Hay circunstancias, como la que estamos pasando, con tres pandemias, la Covid19, la salvaje corrupción nunca antes vista al desnudo ni tan delincuencial como en estos casi tres últimos lustros y con las enfermedades mentales como la ansiedad y la depresión fruto de este desconcierto de vida llamada nueva normalidad, que nos hacen sentir que estamos en un callejón sin salida, todo nos parece desolador y nos sentimos totalmente derrotados, al borde de la desesperación. Lo bueno, lo justo, lo verdadero…nos preguntamos: ¿vale la pena? Acaso sufrimos de estas u otras enfermedades graves y sentimos que la peor tragedia se abatido sobre nosotros y nos hemos quedado sin fuerzas, sientes que nos duele hasta el aliento, sentimos que la vida se ha ensañado con nosotros como manotazos duros, como hachazos invisibles, como empujones brutales que nos quieren derribar. Pero recordemos que lo importante no es lo que nos sucede en la vida sino lo que hacemos al respecto.
El símbolo chino de sufrimiento está compuesto de dos caracteres: uno significa peligro, y el otro, oportunidad. El peligro está en no hacer nada por superar nuestro sufrimiento o reaccionar equivocadamente o no hacer nada por superarlo. La oportunidad está en escoger las opciones más valientes e inteligentes para nuestro bien y nuestra recuperación. A veces las mayores victorias en nuestra vida surgen de esos momentos de desesperación y dificultad y que aunque a veces nos veamos tentados a abandonar y a creer que no hay solución, dichos fracasos pueden convertirse en triunfos maravillosos. Una tragedia puede convertirse en nuestro mayor bien si la abordamos de tal forma que nos ayude a crecer, ya lo dijo la madre Teresa, recordando a Helen Keller, una gran mujer que nació sordo-muda y ciega y que alcanzó fama mundial con sus pensamientos: “Se me dio mucho, no tengo tiempo para pensar en aquello que me fue negado, seguiré mirando la luz del sol y no veré las sombras. Mas vale encender una vela que maldecir la oscuridad”. A William Shakespeare, ser lisiado no le impidió escribir las mejores piezas teatrales de la historia, el haber sido manco y llevado una penosa existencia no inhibió a Cervantes de escribir uno de los más altos exponentes de la literatura universal, “El Quijote”, por ser ciego, John Milton no dejó de escribir el poema más grandioso de la lengua Inglesa, “El paraíso perdido”, aún siendo sordo, Beethoven compuso las piezas musicales más bellas que se hayan escuchado jamás. Las dificultades serias nos pueden hacer lograr grandes cosas, Alejandro Magno era jorobado, Homero era un trovador ciego, Jean Renoir, pintó sus magníficas obras de arte con los dedos deformados por el reumatismo y el pincel atado a la mano, Thomas Alva Edison cuando inventó el fonógrafo estaba sordo…Necesitamos creer que tal vez nuestro problema no sea tan grave, para ello meditemos en este pensamiento: “Me sentía ingrato porque no tenía zapatos, hasta que conocí una vez a un hombre que no tenía pies”. (O)