Sí a la democracia / Mirian Delgado Palma
La mayoría del pueblo ecuatoriano el domingo pasado le dijo “Sí a la democracia” depositó en las urnas su voto razonado con conciencia nacional y social, sin perder la esperanza de una reconstrucción de nuestra Patria en busca de mejores días para todos/as los que nos cobijamos con “dignidad y gloria “el tricolor nacional.
En las urnas nos pronunciamos por la paz, la felicidad y el progreso, nos pronunciamos en contra de la opresión, del atropello a las libertades humanas, nos pronunciamos en contra de la corrupción y demás mañoserías mezquinas que destrozaron nuestra hermosa y amada Patria, liderada en los últimos catorce años por un equipo de atracadores que lo único que buscaron destilando miel en sus bocas y hiel en sus corazones el llenarse los bolsillos del dinero de los ecuatorianos en forma descarada y desvergonzada.
La codicia demostrada por estos personajes ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio, nos han empujado hacia el abismo, la división y la miseria; amordazaron a los ciudadanos y medios de comunicación; en definitiva, nos esclavizaron; fueron dueños, amos y señores de nuestras vidas y del Ecuador.
La esperanza, es el último recurso que nos quedaba; mientras existan hombres pensantes, diáfanos y conscientes la libertad no perecerá; defenderemos nuestra “dignidad y honor’’ con razón y corazón, así lo demostraron la gran mayoría de tungurahuenses gente trabajadora y decente que no necesita de dádivas del gobierno para poder sobrevivir; representan un modelo de ciudadanos a seguir y son orgullo del Ecuador.
El pueblo seguirá siendo el soberano, luchador incansable de la democracia que es “el gobierno del pueblo”. La democracia lo defendimos con pasión y amor por decisión de la mayoría del pueblo ecuatoriano que le dio legitimidad al proceso eleccionario.
El dueño del poder es “el pueblo”, es un mandato “Divino”. En el capítulo XVII de San Lucas está que “el reino de Dios está dentro del hombre”, no de uno sino de todos. El pueblo tiene el poder de buscar caminos de progreso, hermandad y bienestar universal.
En nombre de la democracia luchemos por el poder digno y noble, no permitamos que jamás se vuelva a conculcar nuestros derechos; busquemos que la libertad y la justicia sea nuestra bandera de lucha para derrotar a perversos y malos gobiernos que nos robaron la felicidad y despedazaron el mejor lugar geográfico del mundo.
Para sostener la democracia necesitamos la real y efectiva participación e incorporación del pueblo actuando como “auténticos veedores “de los que detenta el poder, obligándoles a no traicionar la voluntad del pueblo; a trabajar por los más necesitados, de abajo hacia arriba; a estar atentos a los acuerdos a que se lleguen entre las principales funciones del Estado, especialmente entre los Asambleístas que nos dejaron amargas experiencias en temas de gran trascendencia nacional.
El pueblo tiene la última palabra y si observamos estas irregularidades, NO dudemos ni un segundo en revocar el mandato con decisión, valor, y poder para que no se atrevan más a jugar con el destino del país y el bienestar del pueblo. En nuestras manos está el poder de hacer libre y hermosa nuestra vida. (O)