El valor del obrero / Mirian Delgado Palma
El próximo sábado -1 de mayo- se celebra el “Día Internacional del Trabajo”, en honor a los «Mártires de Chicago», que fueron obreros condenados a muerte en 1886 en los Estados Unidos, por el único delito de luchar por una verdadera justicia laboral y social.
Dejando atrás las páginas dolorosas de este evento histórico es pertinente reflexionar sobre el “valor de la clase obrera” en el mundo; y, podríamos afirmar que, desde Egipto los grandes pueblos de la civilización antigua se inmortalizaron por el esfuerzo de sus hombres, que a través de sus artísticas manos transformaron la estructura de los pueblos por las grandes obras realizadas y que constituyen, hasta hoy, la admiración del hombre.
El trabajo de estos extraordinarios hombres representa un legado muy importante y de gran valor en la historia de la humanidad que gracias a su pensamiento e inspiración han ido tejiendo las obras maravillosas que posee el mundo y que representan el valor artístico de hombres sencillos y visionarios.
Dentro de las actividades humanos y desde luego con mucho respeto para quienes son actores del progreso de la humanidad cabe destacar la labor del obrero, en sus manos está la transformación de la materia puesta al servicio y felicidad del hombre. De sus manos brota la civilización y el progreso de los pueblos.
La labor del obrero no debe ser tratada como mercancía, como una máquina al servicio de los dueños de talleres o empresas; o, por último, como un medio para generación de riqueza únicamente para los propietarios de estas fuentes de trabajo, sino valorarlo como la expresión de la persona humana. Ser obrero es honor, es prestigio y sublimiza al hombre. Se enlaza con la mano de Dios para lograr el bienestar y progreso del hombre.
La actividad del obrero está encaminada a construir el desarrollo de cada Nación, alcanzar la plenitud en la vida social. De allí que la actividad del trabajador se constituye en la forma más excelsa de gozar la libertad. Cuando en el obrero despierta la razón imperiosa del trabajo surge en su interior el amor a esta insigne labor, entregando su contingente con pureza de espíritu y con fervor en su corazón como un actor importante en la producción de la riqueza nacional.
El pensamiento y las manos del obrero está en armonía con la naturaleza y los nobles sentimientos de humanidad, representa el altar de la civilización, porque en él se consagra el pensamiento humano y sus manos modelan y hacen vivos los ideales de eternos soñadores que buscan pintar un mundo cada vez más hermoso para el bienestar y regocijo de sus congéneres.
El trabajo del obrero es el camino que les conduce a la cumbre donde llegan los grandes sacrificados, motivados por la conciencia y serenidad del espíritu, llevando en sus sienes la virtud del trabajo y en su corazón el nombre de Obrero, como una presea de honor y grandeza humana.
Que el mundo entero en su día se ponga de pie y rinda un tributo de reconocimiento y pleitesía a la edificante labor del Obrero. (O)