Hambre en el mundo / Mauricio Calle Naranjo
Irónicamente, mientras miles de personas mueren de hambre en el planeta, otras arrojan diariamente los alimentos al cesto de la basura. Solo en Ecuador desperdiciamos al año aproximadamente 1.2 millones de toneladas, una cifra exorbitante e indolente frente a una población con un alto porcentaje de desnutrición infantil.
En toda la cadena de producción de alimentos, existen errores que ocasionan residuos, muchos de los cuales han sido técnicamente analizados por las universidades e instituciones públicas que tienen competencia en el tema. Sin embargo, poco se ha hecho y las propuestas actuales no son viables económicamente, ya que resulta costoso reciclar o rehusar; y es más barato desechar.
Cultura del desperdicio, es la reputación de esta generación. Lastimosamente el espíritu solidario es exclusivo y reservado para limitadas fechas anuales, aun cuando todos los días se encuentran niños hambrientos recorriendo las calles, buscando saciar sus estómagos.
Mercados, fábricas y restaurantes cada día desechan productos que todavía se les puede dar un tratamiento con el propósito de que sean consumidos, e inclusive los hogares superan el porcentaje de desperdicios que el producido en las industrias. Esto no puede continuar, los ciudadanos deben reaccionar y generar iniciativas que logren minimizar los desechos empezando por sus casas.
La comunidad debe apoyar campañas como la propuesta por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), donde su objetivo es disminuir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita mundial y reducir sus pérdidas en las cadenas de producción y suministro.
¿Optimización de recursos? ¿altruismo? Muy aparte de cual sea la motivación, lo importante es actuar porque nuestra sociedad necesita ser más justa y no pueden existir cifras de desnutrición crónica y hambrunas en pleno siglo XXI. “El ahorro es poético, porque es creador: el derroche no es poético, porque es destructor” (Gilbert Keith Chesterton). (O)