Locos y más locos. / Pedro Reino Garcés
Históricamente, el problema de las pandemias es que se van sucediendo engranadamente. Después de una, se advierte la siguiente. ¿Qué nos toca? Digamos mejor ¿qué les tocará afrontar a las generaciones sobrevivientes a la presente pandemia? Esto sin hablar de las guerras que son las más permanentes. Muchas de las pestes de la humanidad provienen de las obsesiones del propio hombre encumbrado en la soberbia del poder. “La locura no tiene tanto que ver con la verdad” sino con su presunción. Los presuntuosos son los fatuos, los fantoches, los arrogantes, los audaces, los vanidosos, etc, (¿Quiénes más presuntuosos que los reyes y los papas? Dioses del poder y de la fe. Capitalistas puros): “El símbolo de la locura será en adelante el espejo que, sin reflejar nada real, reflejará secretamente, para quien se mire en él, el sueño de su presunción” (Foucault).
Después de la terrible epidemia de la lepra, ligada a la ideología de la Edad Media y considerada suplicio privilegiado para ir al cielo, devino la sífilis por un corto tiempo como el suplicio de los placeres; y con el Renacimiento se instaló la locura. Creo que en este punto falta mucho por escribir sobre la locura del “Descubrimiento”. Hay que estudiar bajo esta perspectiva a estos obsesivos paranoicos que llegaron a América y desataron las más increíbles historias y creencias que las fueron ejecutando como hechos de su realidad mental y sus aberraciones. Mientras el resto de Europa se llenaba de arte, los portugueses y los españoles, impulsados por los italianos, desbarataban a su gusto las estructuras del “Nuevo Mundo” y hacían polvo los productos de las civilizaciones amerindias. Luego, la piara enloquecida que hociqueaba la tierra, se degollaba entre sí, a la vuelta de la esquina por quítame las pajas o por delimitar como suyos los pueblos que nunca les pertenecieron.
Miro el documento con que se sustenta peticiones al Emperador Carlos V, de parte de los involucrados con Magallanes en buscar el paso al Maluco en el Asia, circunnavegando y demostrando que la tierra era redonda. Por los planteamientos, resultó la más loca de las aventuras surgida de la cabeza paranoica de quienes buscaban poder y gloria; poder y fama como en estos mismos tiempos de esta nueva Edad Media. Entre ellos está un tal Ruy Faleiro o Rodrigo Falero que decía que tenía los cálculos sobre las dimensiones del mundo. Estuvo tan equivocado que empujó a unos 200 audaces en cinco naves en 1519 (26 de septiembre), a posesionarse de las Molucas. Después de 3 años, en 1522 (8 de septiembres) apenas unos 18 sobrevivientes regresan a Sevilla en una nave.
“Según Barros…Faleiro no fue con la escuadra porque, “como astrólogo, pudo preveer el fatal destino de la expedición, fingiéndose loco para no ir y evitar entregar todos sus secretos; pero la locura se le hizo verdadera”. Según el cronista Fernández de Oviedo: “Ruy Faleiro, como era muy sutil y dado a sus estudios, por ellos o porque Dios así lo permitiese, perdió el seso y estuvo muy loco y falto de razón y de salud, el César le mandó curar y tratar bien; pero no estuvo para proseguir en el viaje y así quedó solo en la negociación el capitán Fernando de Magallanes”. Al parecer, el citado Faleiro quedó preso en la casa de los locos de Sevilla, donde murió rabiando”. A pesar de todo esto, quienes indagan documentos dicen que hay una “carta fechada en Sevilla en 1523 en la que suplica a Su Majestad, le mande pagar su salario de capitán. Dice que le han hecho propuestas para que se vuelva a Portugal y pide licencia para enviar a las Indias, por su cuenta, una o dos naos, de cuyo producto la tercera parte será para el Rey”. Qué locura de documentos. ¿Audacia después de la masacre? Importan la vida o la audacia?…(O)