Domingos en familia / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

“Las civilizaciones locales son a la libertad lo que las escuelas primarias son a la ciencia. Es en las instituciones locales donde reside la fuerza de los pueblos… Sin ellas una nación puede darse un gobierno libre, pero no tendrá espíritu de libertad”, sostenía Alexis de Tocqueville y añadía que,la descentralización le confiere a los estados, municipios y condados una serie de poderes que, no sólo les brinda autonomía, sino que permite que cada comunidad pueda actuar sobre los detalles específicos que una administración central desde la capital del país no podría manejar.

Este pensamiento filosófico y eminentemente realista y visionario, cobra fuerza y permite imaginar escenarios factibles, para que el País asuma el nuevo reto democrático y asegurar el cumplimiento de compromisos, propuestas y ofertas que fueron parte del discurso de campaña del presidente que asume mandato.

Esos propósitos necesitan, como es de suponer, el acompañamiento necesario, solidario y efectivo de todos y, más, de las autoridades locales que deberían hacer uso de sus arbitrios para apuntalar el esfuerzo que se haga para inmunizar a la población, y coadyuvar a mantener la curva decreciente de contagios, en tanto el mecanismo sanitario-económico permita al país retomar paulatina, pero firmemente, la normalidad y facilitar el cambio que esperamos.

Un tema de aprendizaje sobre la marcha, pues a fuerza de costumbre y medidas gubernamentales lo hemos asumido, es permanecer en casa, los fines de semana, cuidándonos y aportando, desde nuestra propia convicción a la salud nacional, expresada cada vez que se reduce el número de pacientes en hospitales y hogares.

Esta medida de “ayuda mutua”, debería merecer atención preferente de nuestros burgomaestres y la decisión de implementarla en los territorios locales, por un tiempo prudencial.

Deseable sería que esta suerte de confinamiento ciudadano de fin de semana, luego se modifique, hasta convertirse en requerimiento familiar para juntarnos los domingos en casa, a disfrutar de la compañía, el amor filial y compartir un valioso tiempo, para fortalecer al núcleo de la sociedad: la familia; lo que equivale, a fortalecer a toda una nación que requiere dejar de lado la indiferencia, el rencor, la intemperancia y unirse para combatir las crisis que la agobian, entre ellas, la corrupción, el más grande flagelo de los ecuatorianos.

Domingos en familia puede convertirse, si así sé quiere, asume y estimulan nuestras autoridades locales; y, si así queremos todos, en el más gratificante desafío de este nuevo Ecuador del Encuentro, como ha sostenido el Primer mandatario.

Indispensable trabajar en los espacios de cercanía con la gente y nutrirse de su espontaneidad, de su compromiso y de su solidaridad. Si nos empeñamos, será posible y, si lo hacemos, el País agradecerá. (O)

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