México, Ecuador el narcotráfico / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

Como sabemos, varias ciudades y al menos diez estados de México están completamente tomados por los cárteles narco-delictivos. Allí, si algún candidato político, funcionario federal o estatal, líder partidista, periodista, juez, policía o ciudadano común osa amenazarlos, no paga la extorsión o simplemente desobedece lo que esas mafias ordenan, los asesinan a sangre fría. La semana pasada dos candidatos a presidentes municipales fallecieron acribillados a tiros sumándose a las más de treinta y cinco mil infortunadas víctimas de la violencia del crimen organizado. En esas jurisdicciones literalmente no hay ni Dios ni Ley.

Este fenómeno social comenzó a finales de los años ochenta, es decir que los grandes traficantes de droga llevan más de treinta años gobernando, sí, gobernando algunas ciudades, además, México recibe apoyo directo de los Estados Unidos de Norteamérica para su combate, sin embargo, los índices de criminalidad han ido en franco crecimiento, lo que quiere decir que la efectividad en todo este tiempo ha sido escasa o simplemente nula.

Muchos gobiernos anteriores de ese país cargan con el peso de la responsabilidad por haber alentado de una u otra manera tamaño descalabro, pero durante la actual administración del presidente Andrés López O. este problema en México se agudizó por permisividad y omisión, lo cual tiene una única, clara e inconfundible explicación: los gobiernos de izquierda son íntimos camaradas de todos esos grupos seudo-revolucionarios vinculados estrechamente con el negocio ilícito del narcotráfico, manteniendo entre ellos (gobiernos ‘progresistas’ y narcos) un acuerdo implícito de cooperación mutua: ‘te dejo traficar libremente, pero no me molestas, es más, me apoyas’.

Eso mismo ocurrió en nuestro país durante las presidencias de Rafael Correa cuando en más de una ocasión líderes narco-guerrilleros colombianos confesaron haberle regalado dinero para sus campañas. El mismo acuerdo permitió que esas mafias también se hayan ido adueñando poco a poco de varias ciudades ecuatorianas, como vemos a diario en los noticieros. Ahora, lo que sí ya perdimos completamente es la autoridad y el control de las más importantes cárceles del país; en ellas manda y ordena esa delincuencia organizada, sin ninguna duda.

Bajo esta perspectiva, es fácil entender por qué hay varios prófugos de la Revolución Ciudadana asilados (protegidos) en territorio mexicano, como lo acaba de hacer la semana pasada el exministro correísta Walter Solís sentenciado a ocho años de prisión por cohecho.

Sí, lamentablemente la escalada del narcotráfico en el Ecuador repuntó brutalmente en la época correísta (también por permisividad y omisión), convirtiéndose hoy en otro frente urgentísimo y crucial a resolver por el presidente Guillermo Lasso a fin de no lamentar en un futuro cercano la misma realidad mexicana.

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