Una parleta / Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

Será que Napoleón tuvo razón al decir: “Es más seguro interesar a los hombres por medio de lo absurdo que por medio de ideas justas”. No es muy extraño concebir que el ser humano no tenga la voluntad de aplicar sentido común y coherencia a lo que sabe que le hace daño y más bien sueña con reincidir en ello.

Cada amanecer, con perplejidad, con una amarga decepción, incertidumbre y desasosiego observamos lo que ocurre a nuestro alrededor, cargados de una molesta desazón y desesperanza nos preguntamos: ¿Qué tiempos tan “terribles” vendrán para nuestros hijos? La lista de irregularidades como peculados, chulcos, chantajes, sobornos, extorsiones, robos, engaños, mentiras, saqueos, malversaciones de fondos, estafas, raptos, malas prácticas profesionales, explotaciones, coimas, ultrajes, deshonras, desacatos, falsos juramentos, maldades en general, podrían llenar edificios enteros de archivadores. Hablamos de depuración, de expulsiones, sanciones, cancelaciones, despidos, cesación de funciones, cambios de personal, privación de la libertad y nunca cambia nada. A veces, este tema ya casi se transforma en una parleta.

¿Es que la humanidad entera se está enfrentando a un grave problema y no una “crisis de valores” como la llamamos a veces? Hablamos de los valores, ¿Cuáles son? no todos los conocemos, ¿Los “inculcados” por los padres? ¿En el colegio, autoridades obligando a los buenos docentes a que “no hagan perder el año”?  ¿Cuál es el filtro a pasar por nuestra propia percepción, de lo que nos rodea, los estímulos que nos bombardean constantemente, ideologías, modas, videos pervertidos disfrazados de “top hit” con ritmos repetitivos, estridentes y de contenido groseramente obsceno patrocinando la degradación social? ¿Dónde está la guía, la claridad, el horizonte?  Vamos cayendo día a día en una búsqueda de satisfacciones inmediatas que dejan una sensación de vacío y soledad, subiendo fotos falsas con escenarios forzados mostrando al mundo artificiales estados de ánimo y desvistiendo nuestra intimidad hasta de lo que comemos en las redes sociales corriendo en pos de un “concurso de protagonismo y bienestar”, sintiendo que estamos entrampados en un círculo vicioso del cual parece que ya no tenemos escapatoria. Presenciamos una generación de jóvenes que ven en la promiscuidad una liberación, en el aborto un empoderamiento y en el Estado un “Dios” que debe satisfacer todos sus caprichos mediante el esfuerzo de los demás. Dónde robar ya no es malo si es disfrazado de revolución.

¿Qué parte de las sucias y tramperas estrategias que ejecutan algunos politiqueros, delincuentes mafiosos repartidores de miseria no entienden los ilusos idealistas de un sueño utópico irrealizable? o ¿Es que al ser seguidores de esta grotesca estulticia sueñan que, subiendo peldaños y auspiciando está delincuencia organizada, algún día van a ser parte de esta mafia de enriquecimiento cómodo e ilícito? ¿Es tan difícil entender que se trata solo de un tramposo cambio de bolsillo, un traspaso, en casi todos los casos, desde unas limpias manos emprendedoras de ardua y sacrificada labor diaria porque estudiaron y se esforzaron para alcanzar sus logros económicos hacia unas manchadas manos de estos esperpentos miserables y cómodos que expropian abusiva e ilegalmente haciéndoles creer al incauto y sufrido pueblo que les van a repartir? (O)

Deja una respuesta