La ciudad del encuentro / Guillermo Tapia Nicola
Los acontecimientos político-jurídicos de hace un par de días, han dejado al descubierto un hoyo negro en la administración local de la capital que, finalmente, abarrotada de señalamientos, reclamos, desprestigio y dudas, en la gestión encomendada al burgomaestre elegido hace dos años, ha debido salir por sus fueros y, como en las tan añoradas corridas de Jesús del Gran Poder, agotar los tercios y tomar la estocada para dar fin a tanta ignominia y desbarajuste.
¿No es la ciudad la gran utopía construida una y otra vez por la humanidad con el afán inquebrantable de vivir juntos? Ahora, luego de dieciocho meses de la pandemia que aún nos azota y conmueve, sin duda que la ciudad no sólo que está en crisis, sino que yace ensombrecida y atónita frente a una secuencia de hechos que están siendo investigados y otros que, expuestos desde la mirada de sus habitantes, han servido de base para concretar un pronunciamiento edilicio que deberá pasar, si así se solicita, la consulta en el Contencioso Electoral, sobre la observancia procedimental del trámite previsto en el COOTAD para la remoción del alcalde.
Pero, más allá de aquello que siendo de interés ciudadano, no es de ninguna manera el culmen de sus intereses y esperanzas más sentidas. La población aguarda la reconstitución urgente de la urbe en ese ansiado punto de evolución que, cual paralelismo a la cita del “país del encuentro” que inunda el ambiente nacional, se vuelve hoy punto focal local.
Una ciudad del encuentro y del reencuentro, de la superación, la transparencia, la solidaridad y el desarrollo.
No es solo el resultante del covid 19 lo que nos obliga a corregir la ciudad, sino la necesidad de recuperar un modus vivendi de paz, confianza y certidumbre que se ha ido perdiendo con el tiempo y la sucesión edilicia.
Cabe reconocer, que el virus, nos ha ayudado a ver que vivíamos confiadamente en un polvorín sobre el que tenemos que desplegar una mirada crítica y decidida a generar cambios sustanciales e inmediatos.
El desafío está sobre el tapete. El concejo metropolitano y el alcalde de sucesión deberán asumir el reto de hacer posible ese vivir juntos en la ciudad. Superando trabas, sobrellevando inconvenientes, adoptando decisiones, solucionando problemáticas y poniendo en funcionamiento óptimo todos los servicios públicos locales, incluido el metro que, a despecho de lo que se diga, deberá ser manejado con conocimiento, experticia y absoluta transparencia, por un ente externo a los intereses mezquinos que seguramente no faltan y han impedido esa concreción.
Es la hora de dar vuelta a la página. Mirar con fe y optimismo a la ciudad del arte y la cultura, de la libertad y la diversidad; a la acogedora urbe en que se resume la nacionalidad y que, por razones obvias, vuelve a primera línea como el proyecto utópico que siempre quiso ser y reclama un trabajo responsable de todos, para construir un futuro tan deseable como posible. (O)