Doña Manuela, leyenda de escalinatas
Ambato El Tiempo y la Memoria recopila leyendas tradicionales de generación en generación por medio de los actores culturales de la localidad.
Maritza Poveda, actriz ambateña, en su narración destaca el Parque de los Enamorados ubicado en San Antonio, donde las parejitas se ocultaban bajo las figuras de ciprés para darse besos a hurtadillas.
Más abajo el Pasaje Pelileo con las 137 gradas divididas en tramos de 20 en 20 con descansos, ahora gradas electrónicas, atravesadas por cables eléctricos y ondas magnéticas, donde se recuerda a principio del nuevo siglo en la oscuridad de la noche aparecía a los noctámbulos que descendían por el lugar, una dama que mostraba su belleza en medio de su luto obligado de la maldición de la boca de su séptimo esposo.
Antes de su maldición, la dama gustaba de los placeres capitales, que daba todo de su cuerpo y que del alma se encargue el diablo, vivía de escándalo en escándalo en medio de su vida alegre.
Hasta que se casó con el Conde Ruiz de Castilla, quien estaba en sus últimos años de vida, como doña Manuela era cuarentona ardiente, se cansó de él y volvió a sus andanzas de amores furtivos, el Conde al enterarse entre su agonía le maldijo que por siempre como una moneda falsa en cuerpo y alma girarás en los remolinos de la eternidad.
Así fue la mitad de cuerpo rellena y la otra mitad calavera. Desde ahí, la dama espera sentada en los peldaños del Pasaje Pelileo a cualquier noctámbulo con aliento aventurilla, para indicar su verdadero rostro de calavera descarriada.
Aquí esperaré a otra alma en pena que me acompañe en mi camino de soledad y años de eternidad, narró Maritza Poveda. (I)