Ver volar a un burro / Mario Fernando Barona
Sobre todo en política, hemos sido testigos de cosas tan absurdas e inverosímiles, que si alguien me dice que ha visto volar a un burro, ya no le respondería soplando pffffffff seguido de un agrio gesto de desaprobación con mi mano, no, después de constatar que cualquier disparate puede ser cierto, creo que de inicio ni lo negaría ni lo aceptaría radicalmente, lo dudaría; sí, muy a mi asombro (y supongo que al suyo también) estaría intrínsecamente dándome la oportunidad de admitir que efectivamente un burro puede volar. ¿Por qué? Se lo explico.
En el Perú habría ganado la presidencia de la República un candidato cuyo nivel de conocimiento general respecto a temas elementales de la macro economía es poco menos que deplorable. Respuestas torpes y esquivas, titubeos y silencios incómodos fueron la tónica en una reciente entrevista en la que el periodista le consultaba al entonces candidato conceptos como el de monopolio y el entrevistado solo atinaba a ridiculizar más su intervención con cada respuesta equivocada y corregida por el interpelante. Sí, ese sería el nuevo presidente del Perú.
En Ecuador, Chile y ahora en Colombia se desataron en su momento paros nacionales que desembocaron en atentados terroristas con brutales niveles de intensidad y violencia, todos financiados por la delincuencia organizada de la izquierda castro-chavista. Lo desconcertante es que hay mucha gente que respalda este tipo de vandalismo disfrazado de protesta.
También es inaudito cómo en nuestro país, a pesar de las aplastantes e irrefutables evidencias de corrupción durante el gobierno de Rafael Correa, su candidato (promovido por él) casi llega a ser presidente de la nación. Sí, el pueblo aplaudiendo a delincuentes.
En pleno siglo XXI donde se suponía al menos ‘disfrazadas’ algunas formas arbitrarias de ejercer las dictaduras, vemos con estupor cómo el dictador nicaragüense Daniel Ortega sin rubor detiene en menos de una semana a siete candidatos opositores a puertas de las elecciones presidenciales. Y se dicen demócratas.
Hace quince días el papa Francisco, cabeza de la iglesia católica, decide incorporar el delito de pedofilia en el derecho canónico. Lo increíble es que ha debido pasar dos mil años (y sobre todo estas últimas décadas de duro bregar) para conseguir algo tan elemental desde la óptica de una iglesia que se dice moralista. La incoherencia deslegitima cualquier buena intención.
Si hemos llegado a semejantes niveles de absurdos en que la sinrazón y la estupidez enajenaron por completo el lógico proceder de las personas, ¿por qué no creer que los burros puedan volar? Pues, si se evita la literalidad y en su lugar se le invita a ‘la loca de la casa’ como llama Rosa Montero a la imaginación, veríamos surcar los cielos en un 747 a todos quienes aúpan los despropósitos antes descritos, y en tal caso no mentiríamos si decimos que los burros vuelan.