Desde un lugar en el universo / Kléver Silva Zaldumbide
En una película casi desconocida, alguien empezó preguntando: ¿Quién quiere ir a un minúsculo punto llamado Tierra? pero nadie quería ir porqué hacía muchos siglos que alguien fue y comprobó que cada día iban retrasándose más y más porque un grupo de megalómanos masacraban en guerras estúpidas, metidos en un grandes líos de reyes, presidentes narcodelincuentes, dirigentes corruptos y no sé que más, con la ley del más fuerte, miles morían por hambre, mujeres sometidas, violadas, matanzas, asesinatos, vi que necesitarían siglos para salir adelante, tenían un sistema que le llamaban dinero y nada podían conseguir sin él, inclusive la comida pese a ser una necesidad vital, la competencia, la producción en masa de objetos inútiles, la destrucción de la naturaleza, enfermedades intencionalmente declaradas sin cura, mujeres usando velo en su rostro, la gente apresurada, irritable e intolerante entre pitos ensordecedores de filas interminables de automóviles sentados en vez de caminar, enfermándose del corazón y los pulmones con la contaminación, millones de muertos por accidentes entre esos fierros que solo les servía para envanecerse y competir “quien tiene el mejor” y creerse superiores al resto. Utilizando fina psicología inventaban estrategias como dibujos animados, películas, álbumes a ser llenados con cromos que estaban en sus productos que le llaman comida rápida, para que los dominados, llamados marginados y excluidos, se intoxiquen aparentemente con su propia voluntad y elección, colmándose así los bolsillos de esos papeles que llaman dinero. Enredados en juicios y sainetes, arrastrados por mezquinos intereses personales, parte de las industrias agro alimentaria, química, farmacéutica, tabaco y alcohol fabricaban productos nocivos para los seres humanos, animales y plantas. Cuando alguien estuvo, se enteró que destinaban decenas de billones millones de esos que le llamaban dólares para armamento, el 40% del presupuesto para todo su planeta. Promocionaban el mal uso de la tecnología haciendo que dejen a un lado su cerebro, aislándoles cada día más uno del otro, sin platicar, dejándose “comer” el cerebro auspiciando el miedo y la inseguridad a través de la televisión y más aparatos, discutían sin respirar, hablaban sin escuchar, criticaban sin autoexaminarse, herían sin sentir, se rendían sin intentar, sin escuchar, siempre interrumpían a los demás cuando hablaban, vivían siempre agresivos, irritables, sin saber hacia donde iban, pero apurados, desesperados por el tiempo, morían antes de vivir, remplazaban las plantas por cemento y asfalto, pobres, teniendo tanto espacio para disfrutar, por vivir compitiendo en las grandes ciudades, se amontonaban dentro de incómodos mini apartamentos, Sin saber que los hijos son el espejo de sus padres, producto de sus aciertos y de sus inconsistencias, vivían como idiotizados quejándose de cómo son sus hijos, creyendo que los momentos alegres y de placer son los felices, no sabían disfrutar la felicidad de los momentos de serenidad y tranquilidad y se empeñaban en buscar razones para amargarse la vida, perennizando sus momentos tristes y de frustración. En la Tierra usaban lápiz labial, perfumes, prótesis mamaria, aumentos, liposucciones, para parecer bonita, ser sexy y que te quieran, se dejaban llevar por la industria de productos de belleza y cambios extremos vendiéndoles estereotipos de una imagen de belleza inalcanzable multiplicándose la autoestima baja y más complicaciones emocionales. ¿Nadie quiere ir a la Tierra?