Reubicar el reloj público: Iglesia La Merced / Jéssica Torres Lescano
En la primera parte exploramos el informe negativo del Director de Obras Públicas de 1950 argumentando falta de presupuesto para la reparación y adquisición de las piezas del reloj público. En la segunda entrega conocimos los debates en el Concejo Cantonal para la reubicación del reloj que no estuvieron exentos de conflictos. Finalmente, la tercera publicación explora a) la reubicación del reloj en La Iglesia La Merced durante la alcaldía de Neptalí Sancho y b) su reinstalación en dicha iglesia después de la reconstrucción de la torre durante la administración de Eduardo Reyes.
a) Según los informes municipales “no había sitio donde colocar el reloj público, y tuvo que embalarse convenientemente hasta que se pudiera construir un torreo especial para el objeto” (1950). Como consecuencia, el reloj se almacenó por muchos años en la bodega municipal. El traslado hacia la Iglesia La Merced finalmente se concretó tras un acuerdo entre el padre mercedario Rubén Robayo como gestor de la reubicación, José Luis Antonio Meza Villena como restaurador del reloj municipal y el alcalde Neptalí Sancho como donador. De esta forma, se logró el cometido que llevó años en negociarse.
b) El reloj público en la Iglesia La Merced fue retirado para readecuar la torre durante la alcaldía de Eduardo Reyes. La reinstalación se produjo en febrero de 1967 con un extenso programa que acompañaba la inauguración de la torre del reloj principal. El alcalde de Ambato fue el encargado de poner en marcha el reloj. El periódico El Heraldo lo recuerda de esta manera:
“hoy ha sido colocado nuevamente, con esferas luminosas, para que sea visible el movimiento de los punteros por la noche. Por otra parte, se han hecho otras mejoras, como por ejemplo los toques de los cuartos y de las horas que reproducirán el tañido de las grandes campanas de Notre Dame, de Londres y de las de San Pedro de Roma. Tenemos conocimiento que la música de campanas antes de las doce y de las 6 han sido también mejoradas” (5 de febrero de 1967).
Pretendemos que las tres entregas sobre el reloj público sean de utilidad para reflexionar lo que pensamos como fijo y estático, en realidad ha sido de motivo de profundos debates y de un proceso que lleva años en construcción. Agradecemos al señor Marco Meza (hijo de José Luis Antonio Meza Villena) por su testimonio al permitirnos conocer la labor de su padre y contarnos el relato del reloj público que lo conoció en una tertulia familiar. Finalmente, coincidimos en que “hay varios sectores [como los artesanos] que también han forjado nuestra ambateñidad”. (O)