Pequeñas diferencias / Mario Fernando Barona
El pasado domingo 4 de julio el medio digital La Posta hizo debut y despedida en su programa de estreno en TC Televisión ‘La Posta XXX’. Hicieron muy mal en afrentar a un dirigente indígena utilizando la palabra CABRÓN como acróstico de lo que este personaje representaría mientras lanzaban dardos a su fotografía. A día seguido los dos periodistas, Luis Eduardo Vivanco y Anderson Boscán, reconocieron su falta y ofrecieron disculpas. Después de unas horas anunciaron que el programa ya no iría más.
No los conozco ni me conocen, no les debo nada ni ellos a mi, por eso, así como he aplaudido su periodismo original y confrontativo, también critico, como ahora, sus yerros. Y como sé que por ahí alguien se enfocará solo en esto último, creo necesario destacar varios hechos que constituyen -pequeñas diferencias- entre aquellas personas y/o medios que atacan la deshonestidad y la mentira frente a quienes las defienden.
La Posta es un medio que ha hecho investigación y ha desnudado graves casos de corrupción sobre todo durante el gobierno de Rafael Correa, por lo que en su momento fue perseguido y denostado por un grupo de detractores que hoy quisieron hacer leña del árbol caído.
Para empezar, ellos (La Posta) reconocieron su error, lo que en diez años jamás hicieron los otros (correístas) seguramente porque en sus ‘mentes lúcidas’ se creían infalibles. Además, ellos ofrecieron disculpas, lo cual es consecuente con un espíritu sano y noble, e impropio y ausente en delincuentes.
Todo esto ellos lo hicieron inmediatamente sin necesidad de una Ley de Comunicación o de un ente que les obligue a hacerlo. Se dieron cuenta de su grave falta y actuaron en consecuencia tanto en las redes sociales como en el programa de despedida el domingo 11. Los otros en cambio, con una simple orden de fin de semana tejían al instante todo un entramado legal para amedrentar, amenazar y acallar.
Ellos no se escondieron y tampoco culparon al imperio, al canal o a sus asistentes por su falla, dieron la cara con valentía; los otros, si algún ‘error’ ya resultaba inocultable bastaba con endosárselo a terceros.
Finalmente, la actitud de los periodistas demuestra respeto y humildad; la de los correístas insolencia y arrogancia, como cuando perdieron las elecciones y el prófugo todo petulante dijo: “no nos ganaron, nosotros perdimos”.
El problema no está en cometer un error sino en negarlo, he ahí las pequeñas diferencias, porque encubrirse en la mentira y en la inculpación a terceros para intentar salir bien librados es de cobardes; recuerde usted que con sorna, desparpajo y cinismo llevan tres lustros negando su corrupción y delitos. Han negado lo innegable. Cobardes. (O)