Compartieron el mismo dolor
María y Susana nunca se han visto, pero ayer compartieron el mismo sentimiento de dolor. Las dos mujeres perdieron a uno de sus hijos en el amotinamiento ocurrido en la cárcel de Latacunga en Cotopaxi, el miércoles 21 de julio.
Ellas estuvieron casi 44 horas esperando para retirar los cadáveres. Tuvieron que ir a Latacunga y regresar por dos ocasiones hasta el Centro Forense de Ambato para que les confirmen bien los nombres y en especial permitan reconocer los cuerpos. Las dos son oriundas de Quito, hasta donde llevaron los ataúdes para despedir a sus retoños.
Susana habló unas horas antes del motín con su hijo Jonathan, y en la noche junto con su esposo viajaron hasta Latacunga porque ya habían escuchado de muertos y heridos. “Nadie nos daba razón del listado de las víctimas. Padecimos un martirio en esa búsqueda. Mi hijo fue acusado de violación, era inocente, pero en este país solo los corruptos pueden salvarse de una condena. Tenía cuatro años en prisión y hace tres años se puso a estudiar Derecho, porque deseaba demostrar su inocencia. Me lo mataron”, expresó la progenitora.
El progenitor, Gustavo Moscoso, anhela con todo su corazón que más padres de familia no lamenten las pérdidas de sus hijos dentro de la cárcel pero para eso-dice- debe terminar la corrupción desde los gobiernos de turno. “La militarización tuvo que haberse dado desde que ocurrieron las primeras matanzas. ¿Quién responde por nuestros hijos? Aún esperamos explicación de cómo ingresan las armas, si a los familiares nos hacen quitar hasta la ropa interior”, rechazó Moscoso.
José Luis Tamayo, hermano de otra de las víctimas también de Quito, recalcó que los guías penitenciaros son muchas veces amenazados para ingresar las armas y hasta granadas.
“Con los visitantes revisan hasta con los dedos en las partes íntimas, con todo ese toqueteo no debería ingresar ni un alfiler en las cárceles; pero sucede lo contrario y las autoridades deben frenar la corrupción y las mafias para parar tanta tragedia”, añadió. (I)