Yunda y el correato / Mario Fernando Barona
Siempre lo he dicho y el tiempo me ha dado la razón. Lo peor que le ha pasado al Ecuador a lo largo de toda su historia es haber permitido por diez años que nos gobiernen un grupo de delincuentes resentidos, cuyo líder es un prófugo de la justicia. Aún hoy los efectos devastadores se siguen contando a diario por decenas en todos los frentes, formas y niveles incluso cuando aparentemente ya no gobiernan. Un elefante en vidriería es poco al desastre colosal en el que nos dejaron.
El tristemente inédito caso de la alcaldía de Quito en el que Jorge Yunda, alcalde legalmente removido, usa todo tipo de argucias para mantenerse en el cargo, constituye solamente uno más de los catastróficos efectos del correato. Veamos. 1) Políticamente hablando ellos manejan más hilos de los que podemos contar y el cabildo quiteño no es la excepción; 2) La corrupción, abusos y claras presunciones de delitos cometidos por el funcionario removido son de hecho la esencia misma del correato; y 3) Ellos tienen un principio rector infalible y es el argumento que el exalcalde utiliza para aferrarse: “No perdonan que un llamingo san roqueño haya ganado en las urnas”, lo dijo cuando empezaba su proceso de remoción. Nada más efectivo que un discurso que despierte el resentimiento de los sectores históricamente subyugados para identificarse con ellos y ganarse su afecto. Es decir, las tres herencias sustanciales del correato están más activas que nunca con Yunda: Son poder, son corrupción, y provocan división y odio en la sociedad.
Ahí está el populismo mesiánico de la izquierda retrógrada, ese es el estandarte de lucha de un correato que dice amar al pueblo, pero que tarde o temprano, directa o indirectamente arremeterán en su contra, porque aunque nos roben en la cara, como lo han hecho, o utilicen la justicia para un fraudulento sorteo de causas, como está evidenciado con Yunda, les importará un bledo y seguirán destruyendo una nación. Por eso son lo peor que le ha pasado al Ecuador.
Para hoy martes se ha anunciado una masiva manifestación pacífica del pueblo de Quito como protesta por la grosera injerencia de un exalcalde en la justicia, y que al irrespetarla irrespetó a sus mandantes. Este es el único mecanismo de ataque directo y mortal que entienden los regímenes autoritarios que buscan eternizarse en el poder o, como es el caso, mantenerse en él a pesar del fallo de última instancia que ratifica legal y constitucionalmente su destitución.
Esperemos que la hidalga participación de Quito en las calles golpee fuerte y duro donde más les duele, en su ego. (O)