La muerte cruzada no es garantía / Mario Fernando Barona
La política en el Ecuador con el pasar de los años en vez de evolucionar, ir hacia adelante y mejorar, se esfuerza cada vez en ser y hacer todo lo contrario. Con honrosas excepciones de algunos personajes y organismos muy puntuales, la generalidad es esa. Y sin duda, la institución que desde hace tres lustros sobresale en corrupción e ineficiencia es la Asamblea Nacional AN (nombre heredado de la nefasta constitución ‘revolucionaria’ del 2008, otrora el respetado Congreso Nacional). A raíz de entonces, pasamos de una AN sumisa y levantamanos, luego a la más corrupta de todos los tiempos, y ahora, rompiendo todo pronóstico, a la que abierta y públicamente hace apología del delito, lo aplaude, lo defiende y persigue rabiosamente a quienes los denuncian. Así, de menos a más, la podredumbre ha ido creciendo en la primera función del Estado.
A propósito, ya se oyen voces que se alzan exigiendo la Muerte Cruzada (MC) como alternativa para terminar de un solo tajo con los actuales ocupantes de tan deplorable entidad. Pero hay que andar con cuidado, esa figura legal contemplada en el artículo 148 de esa Constitución montecristiana que le faculta al presidente disolver la AN por una sola vez durante los tres primeros años de mandato y convocar inmediatamente a elecciones tanto para asambleístas como para el mismo presidente no es ninguna garantía, y más bien podría empeorar las cosas.
Por un lado, es cierto que el presidente Guillermo Lasso goza de una excelente aceptación, lo que en la práctica sería positivo en una nueva contienda electoral, sin embargo, nada es seguro, menos aún en campaña donde un pequeño descuido y el país podría quedar nuevamente en manos de la mafia correísta. Y por otro, la MC tampoco garantiza que los nuevos candidatos a la AN y consecuentemente sus nuevos integrantes, sean personas decentes, íntegras y honorables, lo más probable es que corran los mismos o peores.
En resumen, si lo que buscamos con la MC es que siga Lasso como presidente y al mismo tiempo que lleguen a la AN nuevos e impolutos personajes, en lo personal, no me entusiasmaría mucho, eso sería para decirlo coloquialmente demasiada maravilla. Que ocurra lo contrario es más viable.
El presidente Guillermo Lasso está trabajando simultáneamente en varios frentes, y por lo que podemos apreciar en tan poco tiempo lo ha hecho con sobrada solvencia, determinación y temple. En tal caso, me pregunto, ¿nos queda solo confiar en sus capacidades de estadista para superar el más grande y permanente escollo político y salir triunfantes de ese caos y pudrición? El tiempo lo dirá. (O)