La ciudadanía / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión

El poder público es de los ciudadanos. El titular de los poderes del Estados es el pueblo soberano, que encomienda a los actores públicos el ejercicio, la gestión del poder de forma y manera que quien lo administra en nombre de la comunidad debe permanentemente rendir cuentas de su ejercicio.

En un momento de crisis, con penurias y limitaciones por todas las esquinas, es lógico que la ciudadanía censure con radicalidad los comportamientos de los políticos en los que tal apropiación se realiza para enriquecerse.

Los ciudadanos, pues, tienes una función bien relevante en la definición, análisis, implementación, ejecución y evaluación de las políticas públicas. Han dejado de ser sujetos inertes que pasivamente recibían servicios y presentaciones públicas. Ahora, en el Estado social y democrático de Derecho, deben ser protagonistas, sujetos activos, personas que participan. El problema es que con frecuencia la participación no es más que un sueño, una quimera. En efecto, salvo honrosas excepciones, en la realidad el pueblo no participa más que cuando hay elecciones, y en estos casos con índices muy altos de abstención.

En este ambiente de control y manipulación social en que tantas veces se ha convertido la política, para que ciertas personas experimentes las delicias del mundo y del poder, es menester reconocer que de vez en cuando aparecen noticias relevantes unas, preocupantes otras.

Si el poder público y las instituciones públicas o de interés general son del pueblo, no pasa nada, absolutamente nada, porque nunca se pregunta a la ciudadanía qué piensa acerca de las decisiones más trascendentes que conforman el espacio de la deliberación pública.

Esperemos que en nuestro país no quede todo en agua de manzanilla. Una Ley de Transparencia podría prever disposiciones constructivas que cierren la puerta a la reelección eterna de los astutos; y el abra de par en par para que también el pueblo pueda ser candidato a la alcaldía del cantón Canuto. Si no se facilita este camino, si el papel del pueblo es solo de inocente votante, ¿de qué ciudadanía hablamos?

La democracia llega cuando los ciudadanos pueden disponer del peso y del papel que les corresponde. (O)

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