Con velada se pagó el cerramiento del mercado de Río Negro. 1955 / Pedro Reino Garcés
La cultura y el adelanto de nuestros olvidados pueblos no es que sea un asunto tan solo de “instituciones” o los llamados “departamentos” de la cultura, que quieren decir, espacios y administradores de la dádiva o la mendicidad presupuestaria. La sostenibilidad de una identidad cultural ha sido uno de los desafíos con que han operado los integrantes de un tejido social. Hemos asumido retos que han surgido de desafíos que mal pueden equipararse con quienes desde la comodidad de la burocracia, creen que son los únicos que hablan de este concepto que realmente sostiene la identidad de los conglomerados etno antropológicos. Aquí tenemos un ejemplo que nos viene desde la selva, cuando las cosas no funcionan como la gente quiere.
Río Negro, o Mapoto, como nueva parroquia del cantón Baños de Agua Santa, por el año 1955, llevaba una gestión tenaz en procura de perfilarse con un núcleo urbano o cabecera parroquial con algún ordenamiento y satisfacción de necesidades básicas tales como la apertura de una plaza, la que ahora es parque y a la vez espacio deportivo y comercial; la construcción de un anhelado mercado cubierto y cerrado para la comercialización de su preciado producto que daba altos réditos: la “pepa de oro” o naranjilla (diminutivo de naranja) que copaba los mercados y hasta se enviaba a Guayaquil por el tren que recogía de los comerciantes pelileños que sacaban el producto por la Estación de Cevallos.
Los trámites de solicitud de pagos que debía realizar el Concejo de Baños eran desoídos, por lo cual, en sesión de martes 23 de agosto de 1955 “Se pide que se mande un nuevo oficio al Concejo de Baños pidiendo los 1.200 sucres ya solicitados para pagar al señor Francisco Coca. El oficio lo llevarán en comisión al Concejo de Baños los señores Luis Ángel Ávalos y Julio Espín el 2 de septiembre. Esta resolución la toma la Junta Parroquial debido a que antecedentemente, el 8 de julio, en sesión “Asimismo se acordó celebrar el contrato de una cerradura de un tramo del mercado con el señor Francisco Coca, abonándole 2.400 sucres.”. Se habría hecho la obra y la deuda no era cancelada. El enredo era que la Junta de Reconstrucción manejaba los fondos.
El caso es que tomaron la iniciativa de realizar el montaje o puesta en escena de los famosos dramas con la participación teatral de miembros de la comunidad, bajo la dirección de quienes llevaban la administración parroquial: Luis Ángel Ávalos como Presidente, y Diógenes A. Osejos, como Secretario de la Junta. El acta en lo pertinente dice: Sesión del 1 de diciembre de 1955.- Las 7 de la noche, en la Tenencia Política “sin la concurrencia de Enrique Rovalino quien viajó a Baños en comisión… El suscrito secretario informó…que de acuerdo a su ofrecimiento hecho de preparar una “velada” con el fin de recolectar fondos o sean los 1.200 sucres para el pago de la cerradura del mercado al contratista señor Francisco Coca, había cumplido, teniendo la satisfacción de informar que con el producto de las presentaciones en esta parroquia y en el Puyo se había sacado libres los 1.200 sucres, dinero que inmediatamente fue abonado al señor contratista. A esta información los señores de la Junta agradecieron sobre manera al suscrito y pidieron conste en actas un voto de aplauso y reconocimiento para el Secretario de la Junta como Director de la Velada, como también para todos y cada uno de los componentes del drama, acordando que para exteriorizar este acto de patriotismo y buena voluntad, los miembros de la Junta invitarán a los componentes del drama a un agasajo en la noche del 31 de diciembre que es la tradicional noche de año viejo, acordando así mismo entregar dos tarjetas de reconocimiento y recordación, la una a la señorita Clemencia Jara y la otra al suscrito.”
¿Quiénes intervendría en la “velada”? ¿Qué obra pondrían en escena? ¿Qué lección nos queda? Pues el desafío. Sostener la cultura no es solo asunto de instituciones, sino de querer a la tierra de otra manera diferente a la que piensan autoridades y funcionarios que, bajo su miopía muchas veces, entorpecen las iniciativas de gente con sueños más altos. (O)