Sobre “quiteñidad” de los descubridores del Amazonas / Pedro Reino Garcés
Pongámonos a pensar cómo es eso de dar categoría de quiteñidad a Gonzalo Pizarro, a Orellana, al padre Carvajal o a Díaz de Pineda. ¿Por qué y bajo qué argumentos nos identificamos con estos extraños saqueadores y aventureros? Si pensamos que haber venido a “descubrir” lo que ya existía y tenía conocedores, como lo fueron todos los pueblos aborígenes que vivían en estos entornos, nos da criterio de propiedad o apropiamiento, no pasamos de ser testaferros de la ideología manipuladora. ¿Bajo qué razonamiento nos identificamos con los aventureros desde esa época? El solo hecho de ser mestizos no es mérito actual para identificarnos con quienes ni siquiera se avecindaron en la audiencia de Quito, como se decía a quienes iban fijando querencia en sus dominios. Faucault nos diría que lo que hemos hecho es dar credibilidad a los simulacros, y con ello, ilusionarnos con una identidad nacionalista…
Descubrir creo que quiere decir que algo no ha estado en conocimiento de nadie. ¿Cómo puede llamarse “descubrimiento”, en el caso del Amazonas, cuando había miles de navegantes por sus aguas, quien sabe desde hace miles de años. Había cientos de pueblos viviendo a sus orillas, hasta con niveles de sedentarismo y marcada territorialidad y gobernanza, según se deduce de la propia crónica de Carvajal. Su sedentarismo lo explica informándonos que tenían hasta criaderos de tortugas para su alimentación, y sembríos de plantas alimenticias y regionales, según la observación que hace la crónica. Tenían embarcaciones diferenciadas para su movilidad, descritas unas como canoas y otras comopiraguas, cosa importante que avala su variado desarrollo cultural. La administración de unos grupos humanos teniendo al frente a los hombres y en otra con mujeres vistas como amazonas de la mitología griega, demuestra niveles de fijación en la territorialidad. Algunos críticos dicen que los aventureros de Orellana habrían confundido a las amazonas con hombres de pelo largo, y que esos combates fueron de hombre a hombre con los hispanos; pero olvidan argumentar que no solo el pelo era visible en el caso de las mujeres desnudas. ¿No quisieron verles las tetas?
La inminente diferenciación lingüística o dialectal, de la que no habla Carvajal, hace pensar que la amazonia tenía sus delimitaciones etnoculturales. Los tipos de vivienda y los conocimientos sobre manejo del oro y metales para la ritualidad, que son vistos como parte de un paisaje diverso, nos llevan a la conclusión de que la selva no era ese inmenso bosque abandonado a merced de las alimañas, sino un espacio palpitante de vida envuelta en la problemática de su desarrollo. Sus niveles de intercambio y comunicación facilitados por las corrientes y su red fluvial, no piden mayor esfuerzo mental.
Pensar que el Amazonas es quiteño “gracias” a un Orellana, o a un Gonzalo Pizarro, es negar la identidad de los indios de Quijos, Omaguas, de Papallacta, de Zumaco, del mismo Quito, y de los confines de la selva, poseedores, vividores, residentes y amantes de sus tierras y sus entornos. Decir que gracias a los indios “quiteños” nos pertenece la gloria del descubrimiento del Amazonas es una aberración de la mentalidad hispanófila que quiteñiza primero a los vencidos y los viste de indios triunfalistas, pizarristas, orellanistas, carvajalistas. Peor y tampoco haya que pensar que el Amazonas es peruano. Esto es dar pie y legalizar históricamente el derrumbamiento de un continente a manos de los saqueadores. ¿Que porque los Pizarro se adueñaron del Perú les da ese derecho? Eso es estimular las neuronas perversas. (O)