Un límite que no se debe cruzar / Fabricio Dávila Espinoza
La acusación de acoso sufrido por trabajadoras de la comunicación social, en el área deportiva, abrió el debate sobre el delicado límite que separa la comicidad de la violencia. Soledad Reyes, denunció en Twitter, lo que algunos dicen que es un secreto a voces y lo hizo sin guardar nombres y apellidos.
Esta revelación fue el inicio de nuevas acusaciones. Inmediatamente, la tendencia se marcó en Twitter, a partir de un nuevo video en el que aparecen varios presentadores protagonizando una escena picante junto a una colega. La asediada mujer apareció más tarde, en otro video, portando un ramo de flores en las manos y defendiendo a sus compañeros de cámaras. Todo habría sido parte de un mal entendido. Según los presentadores, este programa no tiene guion y es “una joda”. Mas, la incomodidad de la periodista fue evidente.
La parrilla de programas en los canales de televisión y las radios ha variado en los últimos años, al igual que los formatos. La informalidad es una constante en medios tradicionales y en Internet mucho más. Los presentadores, entrevistadores o locutores juegan con palabras o hacen chistes e improvisan buscando la adhesión del público. Como cualquier forma de comunicación, las bromas tienen un propósito definido, que puede ser positivo siempre que no se toque la integridad de las personas, caso contrario, cuando se busca definir e imponer roles entre dominados y dominadores, siempre será negativo.
El acoso en todas sus manifestaciones es el resultado de la desigualdad. Sin afán generalizador, muchos hombres creen tener derecho, poder y superioridad de género. Pero, la actitud de una parte de las agredidas podría definir otra causa. De acuerdo a un estudio sobre la inhibición a denunciar de las víctimas de violencia de género, cuando se habla de atentados físicos, por ejemplo, apenas el 28,6% de las víctimas se atreve a dar el paso hacia la denuncia del agresor. El miedo sería la principal razón para guardar silencio.
Frente a la aceptación silenciosa que parece haber invadido a muchas mujeres, no denunciar cuando es posible hacerlo, está en camino de convertir a la víctima en encubridora de su propia desdicha. Sor Juana Inés de la Cruz, escritora mexicana, en su poema memorable “Hombres necios que acusáis”, dice: “¿O cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: la que peca por la paga o el que paga por pecar?” Cada uno en su nivel es culpable, los que acosan y las que prefieren callar. (O)