Deslumbrados y amenazados / Guillermo Tapia Nicola
Que difícil es imaginar la permanencia de la humanidad, inmersa en una vorágine de incertidumbres y amenazas -todas- aparecidas de una buena vez, para dejarnos notar lo minúsculos que somos en el planeta y lo frágil, de nuestra sostenibilidad como espécimen o prototipo “superior” en la interioridad de la escala de las especies.
El desorden vivencial del vecindario, no es sino la muestra evidente de lo que ocurre a mayor escala, dígase ciudad, provincia, país o región. Lo impropio se generaliza y lo apreciado se confunde o camufla, para evitar notoriedad.
Cada quien, hace lo que puede o lo que quiere. Pacta y acomoda las fichas a conveniencia y luego, revisa los impactos y los bemoles de sus decisiones u omisiones.
Las dinastías sociales, políticas o económicas, asoman y desaparecen. Se superponen y se desplazan. En muchos de los casos, inexplicablemente consideradas, las disquisiciones solo superan la primera hoja en la que están escritas y después, lucen abarrotadas de fatiga. El chantaje hace su agosto, sin importar las inundaciones y las ventiscas que anuncian bruma.
El horizonte inamovible de la esperanza, como si se tratase de un van Gogh que deslumbra y ensordece la realidad, falto apenas de un pabellón auricular, da por clausurado el entendimiento y hace imposible entonces avanzar grupalmente.
A codazos, parece ser la sugerencia para hacerlo y dejar de especular, en la finalidad última de llegar a algún sitio, que no sea el abismo, que ávido aguarda por todos aquellos que intrépidamente saltan sin ninguna consideración previa de localización, afectación e impacto.
A despecho de quienes valoran en alto grado la función piramidal: de mando, captación de dinero, superioridad racial, preminencia social, capacidad económica o cualquier otra prestidigitación moral o étnica; el solo hecho de anunciar la posibilidad de probar un misil intercontinental como respuesta-amenaza que “hará que se lo piensen dos veces” debería constituirse en el motor que guíe y aglutine a la serenidad, por sobre la prepotencia, hasta que aquella aquiete sus ímpetus y serene sus fauces.
La humanidad no puede dejarse abandonada a su suerte y transitar a la deriva. Todos a una, como “fuente ovejuna” debemos reaccionar contrariamente a la indiferencia y apoyar a la solidaridad y al respeto a la vida.
De la misma forma, casa adentro, cabe guardar las formas y mesuras. El tropel de acciones de protección y habeas corpus, no será jamás la solución para liberar a la conciencia y menos, mucho menos, a la corrupción campante en el país, pretendiendo escapar del “INRI judicial y social” que finalmente ejerce con verticalidad su sanción ética y prístina.
A vuelta de tanto abuso, estamos advirtiendo que aquel comportamiento desaguisado e insensato, no puede bajo ningún pretexto arrimarnos, como sociedad, al estado de barbarie al que se pretende someternos. Es hora de hacer valer el Derecho y los derechos. La facultad, la justicia, la competencia y las prerrogativas, no pueden ser parte del sinuoso y torcido procedimiento del poder.
La luz al final del túnel, no siempre deslumbra. Atosiga.