Dos continentes / Jaime Guevara Sánchez
Cualquier europeo que tenga la oportunidad de visitar con frecuencia nuestro continente entiende muy bien lo que pasa a un lado y al otro del charco. Mientras que en Europa ha estado dominada por una suerte de tecnoestructura económica y mediática al servicio de inconfesables intereses, con una población secuestrada y sometida a la dictadura de lo conveniente o eficaz; en América, con luces y sombras, existe una vitalidad y un hambre de conocimientos que explican el porqué de su situación.
La gente tiene ilusión por la vida, por el trabajo, por aportar a la sociedad. Los estudiantes se organizan, tienen iniciativas.
Muchos trabajan a la vez que estudian en diferentes facultades universitarias. Son participantes activos, saben que el futuro depende de ellos. Es verdad que todavía existen bolsas de pobreza lacerantes.
En el otro lado de la medalla, la vieja y enferma Europa he renegado, sobre todo desde la cabeza, de las señas de identidad que justificaron su liderazgo moral en otros tiempos.
Los lideres suben y bajan. Los nuevos “personajes”, supuestamente positivos, trasparentes, disfrazan el discurso por unos días, “estamos con el pueblo”. Pronto la mascarada se derrumba; aparecen las crueles cargas financieras contra ese mismo pueblo; la banca asegura la obesidad de sus bolsillos.
Quienes debieron haber preservado la fortaleza moral y la lucha por la libertad prefirieron entregarse al mercado en cuerpo y alma, olvidando el compromiso multisecular de la Europa con calidad en el ejercicio de las libertades.
La integración económica, medio e instrumento para unión política, ha acabado convirtiéndose en el fin, como la lamentable complicidad entre poderes de distinto orden.
Desafortunadamente, la de meta sociedad suprema de una sociedad equitativa, justa, sigue siendo un casi imposible, por la voracidad financiera de los poderes fácticos de América, y la omnipotencia de esos mismos poderes en Europa. ¿Hasta cuando?… Hasta la vuelta Señor!