El problema de la vuelta a clases / Fabricio Dávila Espinoza
El consumo de alcohol deja huellas en las familias y genera intranquilidad en la sociedad ecuatorianas. Este fenómeno preocupa, dada prevalencia de consumo y las consecuencias negativas, entre los adolescentes que asisten a las unidades educativas y los jóvenes universitarios.
La máxima autoridad durante la pandemia, el COE Nacional, determinó el retorno a las aulas en las instituciones de educación superior, el pasado mes de febrero, varios meses después de las escuelas y colegios. La aparición de la variante ómicron retasó este proceso, planificado inicialmente para el inicio del año en curso.
El cierre de los centros de estudios trajo afecciones con impactos preocupantes en la educación, la salud y el equilibrio emocional de millones de niños, adolescentes y jóvenes, cuyas consecuencias aún no se conocen en su totalidad. Los estudiantes, de manera particular los universitarios, son el grupo que más tardó en reintegrarse a sus actividades cotidianas. El COE, con la finalidad de crear un ambiente favorable, estableció que las universidades, escuelas politécnicas e institutos superiores ubicados en cantones con semáforo verde, asistan con el 100% de aforo. No obstante, en el marco de la autonomía universitaria, cada institución, fijó la fecha del retorno. En Ambato, la mayoría decidió hacerlo en abril.
La interacción facilita la relación con los pares y mejora la salud emocional. La cuarentena produjo exceso en el uso de pantallas, desgaste emocional, desmotivación y problemas de concentración. El retorno a la normalidad era urgente, además, para para mejorar el nivel académico. Pues, según el Banco Mundial, la pandemia del Covid-19, profundizó una crisis general de aprendizaje prexistente.
Sin embargo, volver a clases presenciales, hace visible otras problemáticas, como el alcoholismo entre los estudiantes. El consumo de alcohol, una enfermedad compleja y un problema de salud, con todas sus consecuencias, ocupa nuevamente espacios públicos. En el caso ambateño, los alrededores de varios recintos educativos son el escenario para instalar cantinas improvisadas, rompiendo la paz ciudadana y poniendo en peligro la integridad de los mismos estudiantes, sin importar el día y la hora. Durante dos años se añoró la alegría y el bullicio de los universitarios. Ahora, el ruido de los grupos que hacen escándalo, molesta a los vecinos.
Esta realidad, es digna de estudio. La ciudad debería ofrecer alternativas para aprovechar el tiempo libre de forma sana y productiva. Esta es una deuda pendiente en Ambato y los demás cantones.