Conductores insolentes / Mauricio Calle Naranjo

Columnistas, Opinión

Movilizarse en la ciudad se ha convertido en una hazaña peligrosa, por eso la tradición  de encomendarse a los cielos al iniciar la travesía, a fin de llegar sano y salvo al destino. Sin lugar a dudas el conductor sensato y que cuida su patrimonio sale de casa manejando a la defensiva, sorteando autos y motos que se cruzan como piara desbocada, a la cautela de ser chocados por conductores con complejo de Schumacher. No suena descabellado que a los intrépidos sobre ruedas se le someta a pruebas psicológicas que evalúen su aptitud detrás de un volante. En efecto, hay investigaciones que consideran la forma de conducir de una persona y la contrastan con comportamientos en otras situaciones cotidianas de la vida. Además los automotores son maquinarias que en el caso de ser operadas por psicópatas, les da el poder o el delirio para desatar su conducta violenta.

Ecuador tiene una Ley de Tránsito, sin embargo poco o nada le importa al conductor que en las calles se convierte en un anarquista, el cual cree compensar su debilidad mental con mayor cilindraje, o se jacta de su astucia evitando fotoradares. Es lamentable que el país se convierta en tierra de nadie y que los mismos ciudadanos no respeten las leyes de tránsito las cuales aparte de precautelar la seguridad de todos, también sirven como manual de urbanidad y buenas costumbres.

Vivimos en una sociedad enferma, donde el intrépido irresponsable es venerado por el séquito de lambones, mientras el ciudadano respetuoso de la ley y del prójimo es mal visto por hacer lo correcto. Ahora pululan los adultos irresponsables, altaneros a la normativa, que acostumbrados se ocultan en la lástima para no ser sancionados. Al parecer, si existe una macabra congruencia entre la realidad socio política del país con la peculiar personalidad del conductor ecuatoriano.

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