Oro electrónico? / JAIME GUEVARA SÁNCHEZ
El dinero es una conveniencia muy antigua, pero la idea de que es un objeto digno de confianza y que puede aceptarse sin examinarlo o ponerlo en tela de juicio es, en todos los aspectos, una cosa muy ocasional, principalmente una circunstancia del siglo XVIII.
Durante unos cuatro mil años, hubo el acuerdo de utilizar para los intercambios uno o más metales, entre ellos la plata, el cobre y el oro, si bien la plata y el oro se emplearon también como aleación.
Durante la mayor parte de aquellos años, la plata desempeñó el papel predominante, en período más breves, como en el régimen micénico. En la Constantinopla de después de la división del Imperio Romano, el oro ocupó el primer lugar.
Siempre se consideró degradante que Judas entregarse a Jesús por 30 monedas de plata. El hecho que fuesen de plata solo indica que fue una transacción comercial norma. Si hubiesen sido tres piezas de oro, proposición plausible en la antigüedad, el trato habría sido algo excepcional.
En algunas ocasiones, y debido a su abundante uso, el oro tenía menos categoría que el cobre. Hay que advertir que mucho más tarde el tabaco tuvo circulación limitada pero importante. Artículos más exóticos como cabezas de ganado, conchas, piedras, licor se usaron como moneda pero nunca tuvieron distinción duradera.
La asociación histórica entre dinero y metales es más íntima. Para los fines prácticos, el dinero fue, la mayoría de veces, un metal más o menos precioso.
El metal era algo bastante engorroso de aceptar, pesar dividir y comprobar su calidad, en polvo o en pedazos, aunque si más conveniente que las cabezas de ganado. Por consiguiente, desde los primeros tiempos conocidos, y probablemente desde antes, el metal se acuño en monedas de un peso determinado. Hérodoto atribuye esta innovación al rey de Lidia, presumiblemente a finales del siglo VIII antes de Cristo.
Pero lo que jamás se habrían imaginado aquellos doctos del pasado es que en pleno siglo XXI se decretara que un click electrónico signifique que la creación de una cantidad inimaginable de moneada-dólar electrónico, sin ninguna relación cuantitativa con toda la existencia de billetes-dólares-físicos.
¡Cuánto ganaría el mundo si volviesen a la vida Hérodoto y el rey de Lidia con todos sus cuates!